LA HABANA, Cuba. – Proverbiales han sido los desaciertos cometidos por los gobernantes cubanos, y en especial el máximo líder, en el terreno educativo. Podríamos citar las escuelas en el campo, la formación de maestros emergentes, la municipalización de las universidades…
Y ahora, para no ser menos, le ha tocado el turno al benjamín de la nomenklatura raulista. Sucede que el señor Miguel Díaz-Canel Bermúdez, al parecer cansado de luchar sin éxito contra la “maléfica” influencia neoliberal sobre nuestra juventud, cree haber hallado la solución del problema.
Durante la reciente reunión parlamentaria de la Comisión de Educación, Cultura, Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, el Primer Vicepresidente, tras afirmar que “Nos tratan de imponer la seudocultura, la banalización, la violencia y la discriminación”, anunció que esa plataforma neoliberal se combatirá mediante la impartición de un curso de Historia y Cultura cubanas a todos los maestros del país.
Imagino que tal anuncio haya caído como un cubo de agua fría sobre los pobres educadores. Ellos, que a veces no dominan cabalmente las asignaturas que imparten, y que soportan una alta carga docente debido al déficit de maestros y profesores, deberán habilitar un espacio en sus apretadas agendas para darle cabida a la “innovación” de Díaz –Canel.
¿Con qué ánimo, por ejemplo, un profesor de Matemática, Física o Química tuerce ahora su rumbo para incursionar en las ciencias sociales y poder convencer a un alumno de que la mejor influencia no proviene del paquete semanal o los canales de televisión extranjera, sino de las Mesas Redondas de la televisión cubana?
El señor Díaz-Canel se encargó de aclarar de dónde provendría el “peligro”: “Con el restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos debemos aprovechar las oportunidades en lo económico, pero en lo ideológico tendremos retos muy altos, y debemos enfrentarlos desde la cultura y el conocimiento”. Claro, sabemos que el castrismo no solo le teme a la influencia del vecino norteño, sino también a los paradigmas de libre flujo de la información, democracia política, y libertad de comercio que broten de otras sociedades.
Al parecer, no hay un ser atinado en la cúpula gobernante que alerte al Primer Vicepresidente, y le manifieste que el momento es el menos indicado para adoptar la táctica del avestruz y cerrar los ojos frente a lo que sucede allende los mares.
Hace 17 años, durante su histórica visita a Cuba, el Papa Juan Pablo II resumió el sentir de buena parte de la comunidad internacional acerca del posible destino de la isla: “Que el mundo se abra a Cuba, y que Cuba se abra al mundo”. Más, contradictoriamente, cuando el mundo da muestras de querer abrirse a Cuba, se aparece el señor Díaz-Canel con una exhortación al atrincheramiento interno escudado en la Historia y la Cultura cubanas. ¿Qué opinará de esto el Papa Francisco? Sería bueno que alguien le hiciese esa pregunta cuando nos visite en el próximo mes de septiembre.
Pero, en resumidas cuentas, ¿qué Historia es la que pretenden trasmitirles a nuestros maestros? Pienso, por ejemplo, en las tantas veces que la prensa oficialista cubana ha encomiado la resistencia de la escuadra naval española, pese a ser derrotada por la escuadra norteamericana en la batalla naval de Santiago de Cuba, que selló el fin del colonialismo español en la isla. Y ni una sola palabra sobre los marines estadounidenses que cayeron en esa acción.
En cualquier momento podríamos contemplar a un maestro explicándoles a sus alumnos que cubanos y españoles lucharon juntos para evitar la penetración del imperialismo yanqui en la isla.