LA HABANA.- El miércoles temprano en la mañana, mientras caminaba hacia el policlínico 30 de Noviembre, al pasar por la acera del hogar de ancianos 28 de Enero, en Dolores entre 11 y 12, atrajo mi atención el enjambre de empleados que limpiaban y arreglaban el frente. También trataban de esconder viejos problemas que por abandono y negligencia se han mantenido por años. Así, vi algo absurdo: colocar tres contenedores de basura en la esquina de Dolores y 12 para tapar el hueco hecho por la pala que recoge los desperdicios, que está constantemente lleno de agua y de las inmundicias que allí vierten ciudadanos insensibles, y donde además, en ese mismo sitio está la acometida que abastece de agua potable al asilo.
Algo parecido sucedía en el policlínico Lawton, en Dolores y 10: estaban chapeando los alrededores y pintando. Quienes por allí transitaban, intrigados, se preguntaban medio en broma qué personalidad (o personaje) vendría a visitar Lawton, pues solo en esas contadas ocasiones se hace como que se arregla algo en este barrio, en esta ciudad, o en este país. El día siguiente le dio la razón a esos escépticos: el jueves llegó la preparada visita, nada más y nada menos, que de una comitiva encabezada por nuestro nuevo presidente no electo, Miguel Díaz-Canel, quien antes de visitar estos centros pasó por el preuniversitario Mártires de Porvenir, a pocas cuadras de allí (en 10 entre A y B).
Los distintos incidentes de esos encuentros dejaron un rastro de comentarios entre los vecinos y testigos. Me dice uno, que lo sabe por experiencia: “Siempre para esas visitas les avisan a los involucrados y se monta un escenario que nada tiene que ver con la realidad”. Por ejemplo, los vecinos de la calle 10, al costado del policlínico, quedaron decepcionados porque nada más se chapeó la mitad de la cuadra por donde iba a entrar la visita.
A un amigo, un empleado del policlínico le comentó, molesto: “¡Me sentí ultrajado! Yo estaba en la recepción, y de pronto entró un corpulento escolta y con prepotencia me mandó a quitar los aretes, el reloj, la pulsera y los audífonos, además que guardara el celular porque no podía tirar fotos”. Agregó que ese día en el laboratorio aparecieron todos los materiales que hacía semanas no había.
Otra empleada me confesó: “Pintaron corriendo para ocultar la filtración del techo, pero como no la arreglaron, ya el sábado se veía otra vez”.
“Creo que así, escondiendo las dificultades, nada se resuelve, pero si avisan antes es para eso. La gente no protesta porque, aunque está de esto hasta la coronilla, no se quiere buscar problemas”, comenta una mujer.
Al preguntarle a unos estudiantes del preuniversitario, me contaron: “El día anterior vino una funcionaria de Educación y nos advirtió que no fuéramos a plantear problemas, que por el contrario, si nos preguntaban por algo, respondiéramos que todo estaba bien”. Me comentaron que algunos alumnos de 11º grado ripostaron que no entendían por qué tenían que mentir, si en la escuela hay problemas reales que todos ellos conocen. “Quizás por eso no los llevaron a esa aula”, reflexiona una muchacha, “sino a una de décimo grado, que son más dóciles y más tímidos”.
“El baño llevaba al menos dos años desbaratado”, afirma una alumna. “Sin puerta ni lavamanos, y se los pusieron en dos días”. “También pintaron por ‘alantico’”, comenta otro. “Bueno, mejoramos algo, ¿no?”, recalca un tercero con picardía, y los demás sonríen.