GUANTÁNAMO, Cuba.- En Cuba ha habido, y todavía hay, escritores malditos. En un tiempo lo fueron Virgilio Piñera, José Lezama Lima, Heberto Padilla y hasta Dulce María Loynaz. Todavía lo es Reinaldo Arenas. En el grupo permanece también Guillermo Cabrera Infante, uno de los tres cubanos que ha recibido el Premio Miguel de Cervantes.
Estos escritores se distinguen por transgredir normas comúnmente aceptadas. Uno de ellos es Pedro Juan Gutiérrez (PJG). Nacido en Matanzas en 1950, este narrador, poeta y periodista alcanzó celebridad internacional al ser publicado en España su libro Trilogía sucia de La Habana. Fue en 1998 y desde entonces su nombre se menciona en medios académicos y literarios como un referente. Varios críticos aseguran que Trilogía… marca un antes y un después en nuestro panorama literario y que es “uno de los 1001 libros” que todos deberían conocer.
Aunque PJG ha publicado más de veinte títulos en el extranjero y ha sido traducido a veintitrés idiomas en veintiséis países, en Cuba sólo se han publicado seis de sus libros, todos por Ediciones Unión, perteneciente a la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba). El último de los publicados es Diálogo con mi sombra, vendido en la reciente Feria del Libro.
Hasta ahora no había leído nada de lo escrito por PJG y este libro me ha resultado gratificante por la lucidez de los comentarios que el escritor hace sobre su vida, la creación literaria y el acontecer nacional.
El texto recoge las respuestas ofrecidas por el escritor a su alter ego Pedro Juan. En ellas están sus recuerdos sobre su estancia en Matanzas y su formación literaria hasta que escribió Trilogía sucia de La Habana. Pero lo que más aprecio de este ameno libro es la sinceridad que permea su contenido y las declaraciones desprovistas de moralinas donde el autor expone lo que considera importante en la creación literaria y en la vida de un escritor.
Tampoco faltan las observaciones sobre la política cultural cubana a lo largo de los 57 años de castrismo. Refiriéndose a determinado momento de ese período afirma: “Cualquiera que escribiera un libro medianamente crítico, o que se interpretara como crítico con la Revolución, podía ser enjuiciado, o al menos puesto a un lado. Y se buscaba problemas gordos, no era cosa de juego (…) Muchos se fueron del país definitivamente. A otros los pusieron a trabajar en fábricas para que tuvieran que mezclarse con el proletariado y se curaran de su ‘enfermedad’. Un intelectual con criterios propios ya era un enemigo. Esa lista es larga. Y dolorosa”.
Acerca de los escritores sentencia: “Un escritor verdadero, y creo que cualquier artista, tiene muchas preguntas y ninguna respuesta. Es así. Estás siempre lleno de dudas, de interrogantes, abrumado por lo que no sabes (…) Además, lo digo siempre, lo último que puede hacer un escritor es escuchar los consejos de otros escritores. Somos envidiosos, malignos y diabólicos”.
Acerca de los problemas que le acarreó la publicación de Trilogía…, confiesa: “Me echaron del periodismo. Después de veintiséis años de trabajo. Sin apelación y sin explicaciones. El 11 de enero de 1999. A la calle. Y me convertí en un apestado. Dejé de existir para mis ex compañeros de trabajo y mis conocidos. Todos asustados. Me veían en la calle y miraban a otra parte para no saludarme. Como si yo hubiera contraído la lepra. Trilogía… no se ha publicado en Cuba pero ya se publicará. Los otros libros sí se publican poco a poco. En pequeñas ediciones pero salen. Los funcionarios de aquel momento decidieron que Trilogía… es un libro político. Y les irritó. Eso es todo”.
Y acerca del derecho a escribir lo que dicte la conciencia de los escritores afirma: “Nadie nos va a regalar el derecho a la libertad de expresión. Todo lo contrario. Siempre tenemos que esperar represión y censura, aunque vivamos en un país democrático. Mucho más si vivimos bajo una dictadura. Y hay que estar dispuestos a luchar por nuestro derecho a expresarnos sin coacciones. No dar la espalda y admitir la derrota. Eso nunca. No dar la espalda jamás”.
Estas y otras afirmaciones convierten a Diálogo con mi sombra en una obra reveladora sobre la naturaleza del autor famoso que es hoy PJG; a quien acompañan ahora mismo, pero envueltos en el más denso de los silencios, no pocos escritores discriminados y malditos, para quienes permanecen cerradas las puertas de las editoriales cubanas. Porque, desgraciadamente, eso mismo que le pasó a PJG sigue ocurriéndole a otros intelectuales en Cuba. También es posible que con los reconocimientos esos escritores sean asimilados por el castrismo para beneficio de éste, como ya sucedió con unos cuantos distinguidos con el Premio Nacional de Literatura. Pero ése es otro diálogo con las sombras.