LA HABANA, Cuba – En estos días sobre lo único que se me ocurre escribir es sobre la Bienal que está sucediendo en La Habana. Como vivo en El Vedado, casi siempre por esta celebración pasa algo en el parque que tengo a una cuadra de mi casa. Hace dos años el evento plástico más importante que pusieron en el parque fue la escultura a tamaño real del Caballo de Troya. Los espectadores podían subir, entrar y ver una pequeña exposición dentro. Este año también hay obras de lo más sugestivas, sobre todo los variados “performances” con gente desnuda y con el cuerpo pintado
En general en esta Bienal he sabido de muchos “performances” que, según mi punto de vista, mi corta visión y mi escasa cultura sobre el tema, son un descaro. Por ejemplo, en lo que fuera la Fábrica de Bicicletas de Línea y 18, un extranjero hizo una hoguera con unos palitos del doble de tamaño de un lápiz y le dio candela; otro escachaba latas de cerveza; otro derramó unos chorritos como de aceite en una loma de recebo. Todos son artistas que viajaron de sus respectivos países y con ellos viene un ejército de consumidores de arte que se tiran por el piso con sus enormes cámaras profesionales para que el retrato del tal chorrito de aceite quede bien nítido e inmortalizado para siempre.
En el parque de 13 y 14 del Vedado hay un carro jeep al que le pintaron carteles de “bloqueo” y “blockade”. Le montaron unos niños, y ya eso es también un performance. Bueno, parece ser que performance es cualquier cosa. Hay una película en la que la chica lleva al muchacho a ver una acción plástica en la que el artista se ponía enemas con pinturas de diferentes colores y después las expulsaba sobre un lienzo. La imaginación en ese sentido es infinita.
Hasta latas con heces fecales se han vendido en el pasado diciendo que son “obras de arte”, y lo peor, la gente las han ofrecido miles de dólares por ellas. En el Malecón, lo más notable que hay ahora es la playita que hicieron, que me encantó. La arena es bien finita, y al caminar por ella me parecía que estaba en Santa María del Mar. ¡Quién fuera soltera! Me hubiera ido de allí directo a montarme en la ruta 400, que va para la playa.
En cada obra de los cubanos no puedo menos que admirar el esfuerzo de los artistas. Al mismo tiempo me pregunto de dónde podrán sacar los materiales, con lo difícil que es conseguir cualquier cosa en Cuba. Para el Caballo de Troya se utilizaron una cantidad de pedazos de madera y una cantidad de tornillos impresionante, más el aire acondicionado dentro del caballo, que era necesario. ¿Sería el aire del cuarto de la casa del artista?
Para la playita hizo falta el permiso de sacar esa arena finita, las matas y las tumbonas. Para las esculturas de metal, los materiales y después la soldadura. Ya hay proyectos de performances para participar dentro de dos años. Un conocido dice que su innovación será tirarles heces fecales a los asistentes; no le encuentro la gracia.
Yo, por mi parte, haré mi representación peinándome frente a un espejo con cara de aburrimiento, escenificando el tedio de la rutina diaria. A lo mejor gano un premio internacional y viajo el mundo con mi “performance”. ¡Quién sabe!