LA HABANA, Cuba – Miramar era una de las principales zonas residenciales de la capital de Cuba donde se crearon balnearios antes del año 1959, que funcionaban como clubes de yates y centros sociales para la recreación de las familias acaudaladas y de la clase media. Todos estos centros recreativos fueron nacionalizados, y muchos se convirtieron en los llamados Círculos Sociales Obreros, emplazados en la franja costera del oeste, desde el Torreón de La Chorrera, llegando hasta Jaimanitas, en el municipio Playa.
Pero el gobierno revolucionario, tras cumplirse más de media centuria en el poder, jamás se ha preocupado por implementar un mantenimiento sistemático, y mucho menos de ocuparse en serio por la reconstrucción de dichas instalaciones, que a estas alturas ya muestran distintos niveles de depauperación. Ahí están, para demostrarlo, por sólo mencionar algunos casos, el “Feliz Elmuza” (Club Náutico), el “José Ramón Rodríguez” (Casino Español de La Habana), el “Julio Antonio Mella” (Havana Yatch Club), y el Braulio Coroneaux (La Concha).
El Club Náutico se inauguró en 1936, por su propietario Carlos Fernández. Se pagaba una cuota modesta y llegó a poseer más de cinco mil abonados. Ahora su acceso es sólo para aquellos trabajadores vinculados al transporte, la informática, las comunicaciones y la aeronáutica civil. Tuvo en el pasado, además del disfrute de una corta playa, una concurrida pista de baile, apreciada por la juventud, con su área para la orquesta. En estos momentos el pobre servicio que brinda está limitado a las canchas y al consumo gastronómico.
Al lado del Náutico, también por la calle 152, se encuentra el círculo social “José Ramón Rodríguez” (antes fue el Casino Español de La Habana), que hoy atiende exclusivamente a los trabajadores de la administración pública, por lo que no se permite la entrada al resto de los ciudadanos. Allí, hace unos pocos días, una funcionaria le prohibió a este periodista que tomara una foto exterior del mismo. Una fuente anónima que labora en las cercanías asegura que la estructura trasera de este club se desplomó hace tiempo, a causa de un incendio, y a nadie le interesa repararla.
A continuación se alza el Havana Yatch Club (edificado en estilo ecléctico hacia 1886). Es una instalación de recreo con dos muelles de concreto para los yates, convertida en el Círculo Social Obrero “Julio Antonio Mella”. Según refiere Luz María, una anciana que fue socia del mismo: “Hace poco me llevaron al club, y se me aguaron los ojos al ver tanto desastre”. En la actualidad, según comenta un trabajador del Club que prefirió el anonimato, “toda la edificación está clausurada por peligro de derrumbe. Ya no funcionan la discoteca, ni el Salón de los Espejos, ni la cafetería original. Los fondeaderos están al hundirse. Y los bancos y muros que limitan la playa, así como el quiosco de alimentos, los construimos con nuestros propios recursos”. Al presente, sentenció, este círculo, aunque lo administra el Poder Popular, es patrocinado por el Ministerio de la Construcción.
Sobre el balneario La Concha, incluyendo el parque de diversiones Coney Island, tenían como dueños a tres abogados. CubaNet entrevistó a un salvavidas de este lugar con más de 30 años de experiencia: “Aquí ya no funciona nada, y como ves, esto son ruinas que duermen en medio de la soledad, el sol y la arena. Para mí, ésta fue la playa más linda de todas. Te contaré lo que me dijo un viejo que trabajó desde su juventud en este centro. Aquí había un bar donde se tomaban los mejores mojitos, más el casino de juegos, el restorán, la enfermería, el espacio de las taquillas donde guardar la ropa bajo llave, las canchas de tenis y hand ball, los terreros para el volibol. La entrada valía un peso, y nunca se discriminó a las personas por el color de la piel, cosa que no ocurría con los demás balnearios. Fíjate, desde esta zona playera podemos observar el desastre costero del otrora aristocrático Havana Yatch Club (donde se rumora que rechazaron el ingreso al magnate Hornedo y al dictador Batista), y en mayor medida se evidencia la destrucción total que muestran las instalaciones del “José Ramón Rodríguez”. Es como si el dios Neptuno las hubiera agredido con su tridente, y de paso, nos destrozó la plataforma de salto donde se elevaba la gigantesca Botella de Terry Malla Dorada, que yace ahora en el lecho marino”.
Alega Julio César, un economista que viene los fines de semana a bucear en la playita de La Concha, que “hace falta que alguien haga alguna cosa por salvar los Círculos Sociales Obreros”. Y añade su esposa Casandra, que es arquitecta: “Claro, porque no todos están a punto de abatirse. Como tampoco se puede obviar el exclusivismo que ha generado el propio sistema totalitario, como por ejemplo, la Casa Central de las FAR, pues los militares se apropiaron del Miramar Yatch Club, bautizándolo primero con el nombre de Patricio Lumumba. Y además, el Havana Biltmore Yatch and Country Club, construido en 1928, que poseía caballerizas, campos de golf e idóneas dársenas para yates de gran calado, está hoy destinado al turismo y a la élite dirigente”.
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