VILLA CLARA, Cuba.- Eran los años noventa, ese oscuro período de tantas penurias, cuando Lázaro se “enganchó” a beber. Por ese entonces tenía 17 años, estaba casado y ya había multiplicado su apellido, lo que se traducía en mantener un hogar en medio de un contexto donde nada sobraba y todo escaseaba.
“El dinero había que lucharlo duro”, cuenta. Era una época en que uno decía que había que estar borracho o loco, y terminé borracho y loco. Me tomaba cuatro tragos y pa’ la calle a vender aguacates, cuatro tragos y a vender cremitas. Fue un tiempo en que vendí de todo y cada día bebía más y más…”
Cuando el ron se adhería a sus venas se trasformaba. “Mi vida se reducía a trabajar, hacer dinero y tomar. Pensaba solo en el día, no me preocupaba el futuro. Para mí tomarme una ‘caneca’ de ron no era beber”.
Despreciado por su hija y su esposa, y después de pasar por varias consultas psiquiátricas, Lázaro decidió dejar inconclusa la “carrera” de ebrio para abrazar una Nueva Vida junto al grupo de Alcohólicos Anónimos (AA) que con el mismo nombre lo acogió para despojarlo de las profundas huellas físicas y espirituales que le había provocado la bebida.
Una hermandad para vivir
“Al regresar de la primera noche de un encuentro con AA”, narra Lázaro, “recuerdo que la mitad de la caneca que tenía en casa de un amigo la boté”.
Y no es que en los grupos de AA ejerzan un hechizo que borre este vicio tan destructivo, sino que, a través de 36 principios de elevado rigor espiritual, los “pacientes” logran superar las ataduras provocadas por un líquido que es factor causal en más de 200 enfermedades y trastornos, clasificado por la Asociación Médica Americana como “una enfermedad incurable, progresiva y mortal”.
“Lo que hacemos en la comunidad de AA”, explica Ernesto, responsable de un grupo, “es compartir las experiencias más íntimas, donde se propone un tema y cada cual cuenta sus vivencias. Para integrar el grupo solo hace falta el deseo de querer dejar de beber. Siempre tenemos las puertas abiertas para acoger a todos los hermanos que así lo deseen y aprendan a vivir sin la bebida”.
Esta hermandad, con afiliados en 150 países, capaz de autogestionarse con las contribuciones de sus miembros, constituye una comunidad alejada de toda institucionalidad, sin ánimo de lucro, donde reina el carácter informal y no clasifica en causa o denominación religiosa ni partido político.
Según sus postulados “no tienen ningún deseo de convertir a todo el mundo en abstemios (…) No imponemos nuestra experiencia con la bebida a otros, pero la compartimos cuando se nos pide”. Este movimiento internacional, que aglutina a hombres y mujeres que revelan sus debilidades en torno al alcohol, fue fundado en 1935 por William Griffith Wilson y Bob Smith en Akron, estado de Ohio, en suelo norteamericano.
A Cuba llegó esta experiencia el 11 de junio de 1993 con la creación del grupo fundacional “Nueva Vida”. Desde ese entonces en cada una de las provincias se han conformado filiales en pos de poner en jaque a este padecimiento.
En torno a las iglesias y al amparo de la noche, se realizan las Juntas Cerradas, donde cada miembro, sin protocolos y con la confianza de que nada de lo que allí se diga será divulgado, narra sus encuentros con la bebida.
Donde se ven los milagros
CubaNet visitó una Junta Abierta, espacio en el cual confluyen familiares, amigos y la comunidad para conocer cuánto hay de cierto en el éxito de los grupos de AA. Allí, en medio de muchas miradas y oídos, los testimonios son desgarradores.
“Yo era bebedora de 24 horas, habla Marta, quien acumula cinco años abstemia. Comenzaba por la madrugaba y no paraba hasta por la noche, y si había bebida seguía. Lo mío era una cadena que no podía parar.
“Entré porque ya estaba cansada de sufrir. Ya no me cabía una gota más de alcohol. En el momento en que me pasan el mensaje y entré a AA, muchas mujeres me criticaron, porque era la única entre tantos hombres, pero yo no miré eso porque yo sentía la necesidad de estar en grupo porque no podía beber más, ni sufrir más yo ni mi familia, que ya había perdido”.
Cuenta Marta que gracias al rey alcohol —así lo denomina ella— se volvió hipertensa y tuvo que operarse una pierna de una caída que tuvo. “Hoy soy una mujer feliz porque no soy más esclava del alcohol”.
A Saúl el ron lo introdujo en una espiral que lo llevó a una frustración tras otra, sin embargo, en AA ha recibido felicidad. “Cada día quiero vivir más. Yo solo quizás hubiera dejado de beber, pero no me hubiera trasformado. Hoy soy una mejor persona. La psiquiatra me recomendó venir a AA, me dijo que daba más resultados que la medicina. La Iglesia habla de milagros, pero aquí se ven los milagros”.
“No quería vivir cuando llegué al grupo, rememora por otra parte Raudel. Era un irresponsable. Ahora con la voluntad y la fuerza que he adquirido aquí, me siento libre, valorado por la sociedad (…) Antes yo me buscaba problemas, ahora los resuelvo”.
Perseverancia + disciplina = Curación
Ante una realidad tan incierta, la voluntad se yergue como único antídoto efectivo. Así lo confirma la doctora Norma Hernández, especialista en Psiquiatría, quien agrega que la medicina por sí sola no puede eximirlos de la condición de alcohólico. Solo con perseverancia y disciplina en el tratamiento se puede hablar de éxito.
“Lo que hacemos en las salas de Deshabituación alcohólica”, expresa la especialista, “es desintoxicar al cuerpo de los efectos del alcohol a través del uso de vitaminas, medicamentos que ayudan a inhibir la dependencia a sustancias, así como otros fármacos que contrarrestan los efectos del síndrome de abstinencia, para que finalmente el paciente logre retomar una vida normal”.
Al decir de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el alcoholismo es responsable de 3,3 millones de muertes en el mundo, lo que representa un 5,9% de todas las defunciones, una cifra superior a las muertes por SIDA, tuberculosis y violencia juntas.
En el Período Especial, y según datos del Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología (INHEM), Cuba reportaba una prevalencia del 8,8% a nivel nacional con cifras entre el 10% y el 12% en Ciudad Habana, Cienfuegos, Camagüey, Villa Clara e Isla de la Juventud (20). Actualmente se consume cada año 5,2 litros de bebida per cápita, lo que la ubica en el puesto 15 dentro de los países latinoamericanos y caribeños.
“La gente piensa que tomando se van a desaparecer todos sus problemas”, reflexiona Ernesto, “y es todo lo contrario. Nosotros seguiremos aquí, ayudando a todo el que se sume”. Se acerca a sus hermanos, toma un vaso de refresco de una bandeja y brinda por salud.
Los nombres que aparecen en este reportaje han sido cambiados para proteger la identidad de los entrevistados