BAYAMO.- Desde 1955, el complejo recreativo “La Piscina” ha sido el indicador de referencia para ubicar la comunidad de El Horno. La entrada al centro está situada en una pequeña elevación del terreno, a 200 metros de la división geográfica entre los municipios de Bayamo y Guisa, en la Provincia Granma. Desde hace décadas, sobre esta antigua meca del disfrute social se cierne la maldición del olvido institucional.
Vecinos de la localidad han hecho varios llamados de alerta a la responsabilidad de las autoridades provinciales para rescatar el espacio público, temiendo que por la indolencia y la dejadez, se pierda lo poco que queda del establecimiento recreativo. El gran abandono del sitio les hace temer la demolición o total abandono, antes de asignar recursos para reparar sus instalaciones y piscinas. La posibilidad de arrendamiento por el sector privado ha sido descartada tras numerosas negativas estatales.
Una visita por los predios del emblemático lugar, más que bienestar, genera desagrado e indignación. Las ruinosas cabañas de alojamiento son las más dañadas, pero no son los únicos sitios afectados.
A la deficiente visualidad espacial del intrincado lugar, se suma un notorio abandono del vial de acceso que, agrietado y abundante en charcos, serpentea en la penumbra bajo la descuidada fronda aledaña y que complementada con luminarias inexistentes, refuerzan la sensación de abandono del sitio.
En el área de baño, restos de oxidadas sombrillas y mesas se pierden entre la maleza. Sus piscinas parecen importadas de Chernóbil, el musgo y el fango acompañan los escombros que recubren sus fondos, cubriendo algunas grietas y filtraciones; las restantes quedan visibles en las paredes, desteñidas por más de una década sin pintar. Hace más de un año, no se han llenado por problemas de suministro de agua.
Teresa Sierra, una anciana vecina del lugar, recuerda: “Era un lugar hermoso y el área de baño siempre bien atendida, el restaurante tenía ofertas variadas y muchos platos distintos, cafetería, bar, cabañas con todas las condiciones, reservados para celebraciones privadas, una tarima para música en vivo, se daban unas fiestas preciosas, pero acabaron con todo…, y ahora el Estado (autoridades “competentes”) ni hace ni deja hacer”.
Reflexiona y agrega: “Para el Gobierno la gente de pueblo carece de valor, al Estado solo le importan los hoteles donde exprimen a los yumas (extranjeros) pero el disfrute de los guajiros le importa un carajo”.
Sobre la historia del lugar, el campesino de 82 años Armando Causilla rememora que “en el otro Gobierno (antes de 1959), los dueños de esas tierras eran los Gomar. Como por ellas corría un pequeño río y había un salto de agua, los hermanos Teodorito y Roberto Gomar fundaron una sociedad de recreo (club privado) y construyeron dos piscinas, una para niños y otra para adultos, una hermosa casa colonial de descanso, con habitaciones y baños para uso de los asociados. El cambio de agua era continuo y se lograba por gravedad”.
“Cuando comenzaron las intervenciones se los quitaron todo y esas tierras pasaron a una cooperativa controlada por la Revolución (Estado)”.
El obrero Rafael Quintana comenta: “El 6 de agosto de 1975, La Piscina fue reinaugurada como una obra social comunitaria. Trabajé allí por 38 años y al principio era un lugar exquisito, bien surtido y con excelentes condiciones para garantizar el disfrute de los visitantes. Siempre estaba concurrida y era referida como uno de los mejores sitios de recreo de la zona. El comienzo de su destrucción fue cuando empezó el Período Especial”.
“Muchos administradores han pasado por aquí desde entonces, pero nadie se responsabiliza por la pérdida y deterioro paulatino de la piscina y el resto de las instalaciones. Cuando terminaron de saquear el mobiliario y los equipos para el disfrute de los usuarios, la emprendieron con la infraestructura”, agrega melancólico, y describe que “a las cabañas les arrancaron el piso, enchapes, lámparas, instalaciones eléctricas y sanitarias, puertas, ventanas, e incluso partes del techo y falso techo, a la cerca perimetral le faltan postes y tramos de tela metálica… todo es un destrozo total”.
“Buscar ahora a los responsables es encontrar una aguja en un pajar. Según los dirigentes, el estado actual no es culpa del establecimiento, sino del maltrato de los mismos visitantes, que no han sabido conservarlo… Claro, es más fácil culpar lo intangible que reconocer su participación en esa debacle y su cuota de irresponsabilidad en el abandono y las pérdidas”, destaca Rafael.
Así las cosas, ante la actual indolencia gubernamental el complejo recreativo “La Piscina” corre riesgo de desaparición por abandono, como otros tantos lugares de recreo destinados a promover eventos y actividades al turismo nacional.