LA HABANA, Cuba. -Tengo un amigo que es cubano como yo, pero nacido en las provincias orientales; concretamente en la provincia Granma. Vino a La Habana hace unos quince años como albañil, y aquí se mantiene hasta hoy.
Gracias a su profesión, comenzó a conocer cómo vivían los habaneros y se sorprendió: hay personas que viven en Nuevo Vedado que pareciera que están en otro país. Se levantan por las mañanas a regar, con unas mangueras que no venden en Cuba un césped, que parece extranjero. Agrandan sus baños para instalar un jacuzzi. Tienen en sus garajes varios carros de distintas marcas, tamaños y precios, pagan la entrada de ellos y sus parejas en centros nocturnos cuyos espectáculos pueden costar varias decenas de dólares, y almuerzan y comen en lugares que él pensaba que estaban destinados solamente a los turistas.
Lo que más le sorprende de estas personas, que constituyen una clase aparte de cubanos, es que cuando los ve bajarse de sus enormes carros con chapa particular, marca Mercedes Benz, BMW, Audi y hasta Ferrari, no logra reconocerlos como alguien famoso, y tiene que preguntarse quiénes son.
No se trata de músicos que se hayan pasado la vida viajando; no son pintores de éxito que vendan grandes cuadros en el extranjero; tampoco especialistas de la medicina que por sus grandes aportes hayan recibido un carro como premio. Ni siquiera se trata de deportistas poseedores de récords mundiales. Los médicos y otros trabajadores de la salud, al terminar su misión fuera de Cuba, lo que han hecho hasta ahora es comprarse un carrito chiquito de uso; los músicos famosos, la mayoría de las veces lo que tienen es un Hyundai pequeño.
Sin embargo, en Oriente…
El asunto es que en Oriente la mayoría de los trabajadores tiene como gran aspiración tener su propia bicicleta, armada con piezas viejas. No se atreven ni a aspirar a comprar una nuevecita, con cambios de velocidad. También, la mayoría de las veces, sueñan con tener su propio cuarto en una casa, y al no lograrlo, se enrolan en esos llamados contingentes de la construcción, donde al principio se trabajaba duro pero con condiciones favorables y buena remuneración, y donde ahora ya ambas cosas se han deteriorado. En los trabajos les piden que se sacrifiquen un poquito más, que por causa del bloqueo no es posible tener mejores condiciones de vida.
Mi amigo me cuenta que, antes de venir a la capital, pasó el Servicio Militar en su provincia, donde tuvo buen comportamiento y no presentó ningún problema; después se acercó a las oficinas de Trabajo y Seguridad Social, y allí conoció que solo podía aspirar uno de los dos trabajos siguientes: de sereno cuidando un bodega por 109 pesos al mes o construyendo túneles populares por 150.
Se decidió por lo segundo, pero al llegar al túnel en cuestión, le explicaron que debía traer sus propios medios, es decir, su pico, su pala o su carretilla. Como no pudo decidirse qué era peor (si dar pico todo el día, dedicarse a la pala o cargar la carretilla), prefirió enrolarse en un contingente de la construcción.
Así llegó a Varadero primero y a La Habana después. Como vio que en los contingentes los trabajadores se pasaban el día tratando de ver qué se robaban y los jefes buscando cómo despojar del estímulo mensual a los obreros, decidió que mejor trabajaba por su cuenta y se hizo albañil particular, especialista en enchapar cocinas y baños.
Mi amigo se pregunta: ¿quiénes son estos que manejan los Audis y los Mercedes Benz y que en la mayoría de los casos son muchachos jóvenes? ¿Cómo lograron importar estos carros? Si nadie los conoce, ¿a qué se dedican? O tal vez más importante: ¿Quiénes son sus padres?