MIAMI, Estados Unidos. –La artista interdisciplinaria y académica cubanoamericana Coco Fusco acaba de pasar exitosamente la prueba de fuego con la presentación en Miami de su película La noche eterna, que aborda un capítulo del legendario presidio político cubano.
En la capital del exilio, el tema es de gran suspicacia y sensibilidad. Precisamente en Miami se han realizado numerosos documentales y obras de ficción tan populares como las dirigidas en años recientes por Lilo Vilaplana.
Asimismo, la ciudad ha sido el hogar de los más famosos y heroicos presos políticos, dueños de reconocidas sagas que forman parte del imaginario cultural y político de la comunidad.
Fusco utiliza las historias reales del poeta Néstor Díaz de Villegas y el actor Jose Manuel (Chema) Castiñeira para recrear la pesadilla que ambos compartieron en la tenebrosa prisión de Ariza.
El primero estuvo recluido por escribir un poema donde ponía en solfa el cambio de nombre de la calle Carlos III por Salvador Allende, a quien calificó de “intruso”. Mientras que Chema fue a prisión por planear uno de los tantos intentos de ajusticiar al tirano Fidel Castro, junto a Kamil Jamís, hermano del escritor y diplomático castrista Fayad Jamís.
La anécdota que fascinó a Coco Fusco para realizar la película fue cómo Chema pudo convencer a los esbirros para crear un cine dentro de la prisión.
Eran los años setenta, con la dictadura en su apogeo, donde nadie escuchaba y los presos políticos, desamparados internacionalmente, eran víctimas de devastadores maltratos. La prioridad era sobrevivir a como diera lugar.
En La noche eterna, el cine que se proyecta sobre una enorme pared con huellas de disparos —suerte de paredón de fusilamiento— llega para mitigar las ansias de libertad, como una ventana llamada a quebrar la insufrible claustrofobia.
Se trata del primer largometraje de Fusco, donde la directora ha preferido fusionar géneros y obviar el realismo hiriente de otras propuestas sobre el tema para crear una pesadilla quimérica, como metáfora de la violencia y también de la resistencia.
Los presos protagónicos son interpretados por jóvenes actores, formados en la isla, quienes se involucra en un pasado que desconocen; pero están conscientes de la vigencia de tal circunstancia. Ahora otros coterráneos de su misma edad guardan prisión por ansiar la libertad que sigue obliterada.
La dramatización, que mantiene un distanciamiento analítico sin la distracción que pudiera ocasionar la emoción, viene apoyada por irreprochables testimonios de Chema y Díaz de Villegas sobre los días aciagos del confinamiento. También se incorporan materiales de archivo bien investigados y oportunos, así como animaciones contextuales e intervenciones del preso “poeta” como una suerte de testigo generacional.
El resultado es bien ilustrativo para los tiempos que corren, donde la tragedia cubana se diluye en un mundo convulso y ajeno.
Los jóvenes presos, que no cesan de referir sus ansias con añoranza y humor en medio del absurdo de la prisión política, tal vez llamen la atención del espectador de otras latitudes con sensibilidad para desentrañar poéticamente el marasmo de un escenario kafkiano, diseñado por el caos dictatorial.
Durante la presentación en Miami, Díaz de Villegas apuntó lo difícil que es competir con el imaginario castrista, tan arraigado como el de los nazis en Hollywood. Alentó la necesidad de crear una nueva narrativa, otra iconografía que denote la verdad de la justicia ante el histórico embuste totalitario.
La noche eterna es una contribución notable a ese esfuerzo que se hace a contracorriente. Es el triunfo creativo de la condición humana cuando todos los caminos parecen cerrarse.
Ahora mismo las nuevas generaciones de presos políticos cubanos tratan de lidiar con la injusticia incesante y resulta muy oportuno, sin duda, cualquier esfuerzo político o cultural que llame la atención sobre tal ordalía.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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