LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – Desde el comienzo de la crisis en Libia, los líderes de los países que enarbolan la bandera del “socialismo del siglo XXI”, con mayor o menor desparpajo, han expresado su apoyo al tirano que desde hace más de cuatro décadas oprime al pueblo de ese Estado árabe del Norte de África.
Resulta curiosa la atracción que esos izquierdistas sienten por el pintoresco fundamentalista musulmán que ha impuesto su dominio brutal sobre el pueblo libio. Su antiamericanismo a ultranza hace que esos señores le perdonen gustosamente sus muchos otros pecados, que incluyen atroces atentados terroristas contra bares y aviones.
Daniel Ortega se ha destacado en su desenfrenado respaldo al dictador de Trípoli. En la coyuntura actual actuó con la misma irracionalidad que cuando perpetró la estupidez de convertir a Nicaragua en el único Estado que apoyó al Kremlin en su aventura de reconocer la independencia de los territorios georgianos de Osetia del Sur y Abjazia.
Otros líderes del ALBA, más taimados que el centroamericano, aunque no ocultan sus simpatías por el coronel Gaddafi, evitan apoyar directamente la brutal represión desatada contra su pueblo sublevado. Prefieren enmascarar su apoyo con expresiones de repudio a las supuestas intenciones agresivas de Occidente.
Por ejemplo, Fidel Castro, referente ideológico de toda esa izquierda carnívora, ha preferido invocar en sus “reflexiones” la presunta mezcla de verdad y mentira que hay en las informaciones sobre la lucha civil en Libia, por lo cual ha reclamado “el tiempo necesario” (que no se sabe cuál es) para no emitir un veredicto sobre ese particular.
Lo que sí da por sentado el reflexionante en jefe es el propósito de los Estados Unidos y otras potencias occidentales de desatar lo que en sus últimos trabajos él ha bautizado como “la guerra inevitable de la OTAN”, la cual, según su vaticinio de hace un par de semanas, se desataría “en cuestión de horas o en unos días”.
De la última parte de esos escritos, publicada en el diario Granma el pasado viernes, lo que más me inquieta es la innecesaria referencia que hace a la actuación de tropas cubanas, años atrás, en la República Popular de Angola. A ello, como es de suponer, se refiere en términos muy laudatorios el Comandante en Jefe.
Los párrafos de esa reflexión que aluden a aquel triste episodio de la historia de Cuba son seguidos por la oración siguiente: “Lamento tener que recordar estos hechos cuando otro gran riesgo se cierne sobre los pueblos árabes, porque no se resignan a seguir siendo víctimas del saqueo y la opresión”.
Se imponen varias interrogantes: ¿Por qué, al hablar de la situación actual de Libia, se recuerda la pasada intervención isleña en Angola? ¿Es que, debido a lo que ellos consideran el “gran riesgo que se cierne sobre los pueblos árabes”, los dirigentes cubanos están pensando en actuar como lo hicieron más de un tercio de siglo en aquella ex colonia portuguesa?