LA HABANA, Cuba, enero, 173.203.82.38 -Miles de cubanos no dejan de contar las horas y los minutos que faltan para la entrada en vigor de las nuevas regulaciones migratorias, el próximo 14 de enero.
Para muchos será la coronación –después de cinco décadas de encierro- de la obsesión de salir del país sin tantos trámites burocráticos. Otros ya están convencidos de que se trata de un simple retoque en la parafernalia de las prohibiciones.
Estos últimos piensan que no hay beneficios que celebrar. Continuarán esperando a que las transformaciones actuales alcancen mayores espacios, todavía vedados, que impiden una total demolición de los muros.
Médicos, Licenciados en Derecho y deportistas de alto rendimiento, por el solo hecho de serlos, ya son parte de la lista negra de los que no podrán salir. Ninguno podrá traspasar las fronteras nacionales, a no ser mediante la imaginación, por una salida ilegal, o tras ser elegido por el gobierno para participar en algún evento afín con sus intereses, previas verificaciones.
El permiso de salida para abandonar Cuba, temporal o definitivamente, permanece vigente. La única diferencia es que desde el día 14 del mes en curso no se implementará por medio del documento conocido como Tarjera Blanca.
A partir de entonces, para poder viajar al extranjero es necesario que el pasaporte esté debidamente “legalizado”, es decir que su validez depende de la decisión de los oficiales del Departamento de Inmigración y Extranjería, quienes se arrogan el derecho de entregarlo al solicitante o desestimar su legitimación con el ansiado cuño liberador.
Las expectativas alrededor de las nuevas disposiciones han sido sobrevaloradas por amplios sectores desinformados de la población, y también por ciertos medios de prensa extranjeros.
Ese tipo de razonamientos cargados de subjetivismos suelen surgir a partir de la falta de información, junto al deseo de ver cristalizados, a toda costa, algunos proyectos personales. Igualmente los estimula una cobertura mediática internacional que tiende a favorecer los enfoques oficiales, salvo algunas excepciones.
Las aperturas que ya se practican y las que entrarán en vigor en el transcurso del 2103, favorecen un clima propicio para idealizaciones y optimismos injustificados.
En esta ocasión, vale subrayar que aún quedan muchos asuntos pendientes con respecto a la libertad de los cubanos para viajar. Con listas negras y la capacidad de otorgar voluntariosamente la “validez” del pasaporte, que es indispensable para salir, continúan la coacción, el chantaje y la maldad. Para el pueblo cubano no es más que un alivio parcial, sujeto a modificaciones no escritas que el régimen impondrá según lo necesite.
Concesiones aparte, la élite de poder en Cuba trabaja con denuedo por su supervivencia. El ritmo y la profundidad de la “apertura” van acorde con sus intenciones y propósitos, que muy poco tienen que ver con las necesidades del pueblo.
En Cuba, el ansiado Estado de Derecho no está al doblar de la esquina, como algunos anuncian. Obviamente estamos más cerca que hace un par de años, pero todavía faltan piezas indispensables para su definitiva articulación.
La reforma migratoria no es genuina, ni bien intencionada. Es solo una pequeñísima concesión, una distracción, un préstamo que hace la dictadura, con un único y elevado interés: perpetuarse por el mayor tiempo posible o, al menos, reciclarse manteniendo el mayor control de este negocio familiar.