LA HABANA, Cuba, enero, 173.203.82.38 – Este sábado el gobierno dio su versión, a través del periódico oficial Granma, sobre el encarcelamiento y muerte, en la tarde-noche del día 19, de Wilman Villar Mendoza.
Y como ha ocurrido siempre a lo largo de 53 años en situaciones de todo tipo, las autoridades gubernamentales no son culpables de nada. Muy por el contrario, son víctimas de los enemigos internos y externos que se aprovechan de todo para difamarlas.
En este último caso el joven de 31 años, ni estaba en huelga de hambre ni era disidente. Era un simple criminal común.
“Al respecto se dispone de abundantes pruebas y testimonios que demuestran que no era un `disidente` ni estaba en huelga de hambre”.
Aunque bien se sabe como obtienen las pruebas y los testimonios -de esa forma han fusilado a muchos, decenas de miles han ido a prisión, una incontable cantidad ha sufrido ostracismo, escarnio y humillación- y a pesar de que antemano se sabe que nunca permitirán rebatir sus “pruebas y testimonios” a través de los medios nacionales, deben presentarlos ante la opinión pública.
En su afán descalificador, con extrema frecuencia el Estado cubano criminaliza a cualquiera, pero parece olvidar, aunque tal vez eso no le importe para nada, que por esa vía es fácil llegar a la conclusión que el régimen es entonces una gran fábrica de criminales.
En el párrafo final, la nota “informativa” – o mas bien justificativa- dice que Cuba lamenta la muerte de cualquier ser humano. Esa ha sido durante decenios una de las grandes falacias utilizada en todos los escenarios, el Estado, el régimen, es Cuba.
Cuba somos todos los cubanos: Wilman Villar Mendoza que acaba de morir en huelga de hambre pidiendo su libertad, todos los presos, los exiliados, los comunistas, los demócratas, los buenos, los regulares, los malos. Todos los que tuvimos la fortuna, o la desdicha de nacer en esta isla.
El punto básico en el fallecimiento de Villar Mendoza, es la reafirmación de que la actitud de la oposición interna se ha radicalizado.
Aquello tantas veces dicho por voceros gubernamentales de que los opositores o disidentes lo único que desean era una visa para abandonar el país, ha quedado abatido ante la realidad de la muerte del nuevo mártir. Ahora se reclaman derechos a viva voz en las calles a pesar de la violencia gubernamental, ex prisioneros políticos deciden quedarse en la patria para continuar luchando a favor de la democracia, y hay gente dispuesta a entregar la vida –lo hizo primeramente hace dos años Orlando Zapata-, como ocurrió ya en una etapa pretérita, a favor de justicia y libertad.
Dentro de ese contexto no es alarmista pensar que habrá otras muertes antes de que en Cuba termine el apartheid político y triunfe el bien sobre el mal. Porque, aunque quizás algunos piensen es un enfoque simplista, de eso se trata: de una lucha del bien contra la maldad de una secta de ancianos retrógrados y sus acólitos, aferrados al poder y sus privilegios.
José Martí, de cuyo natalicio se cumplen 159 años el próximo día 28, aseguró, con su habitual lucidez: “No hay muerte que no se transforme en vida, ni gran esclavitud de la que no surja una grandiosa redención.”