LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -La periodista Amarilis Cortina Rey (mi compañera) fue citada por la Seguridad del Estado para que concurriera el viernes 22 a la estación de policía de su barriada de residencia, Managua.
Los oficiales querían conocer por qué motivo ella acompañó a la madre de la oposicionista Sara Marta Fonseca -quien había sido trasladada el día anterior, junto a su esposo y un hijo, en un auto oficial, después que turbas gubernamentales asaltaran su vivienda y golpearan a los tres- a la Sección 21 de la Policía Política para averiguar sobre el paradero de sus familiares. La respuesta de Amarilis fue que era su derecho y su decisión personal.
Durante la “entrevista” que duró más de una hora, uno de los oficiales, al referirse a mi persona, le dijo que yo había sentido temor cuando estuve recluido, hace más de 15 años, en el Departamento Técnico de Investigaciones , en100 y Aldabó.
Ese es un lugar de celdas tapiadas. En verano el calor ronda los 40 grados centígrados. Un día, en un calabozo cercano, un hombre comenzó a gritar que él no podía estar en esas condiciones de encierro porque era tuberculoso.
Lo trasladaron para otra celda con iguales condiciones. Un rato después el infeliz comenzó a llorar y a pedir auxilio. A los pocos minutos llegaron dos policías y comenzaron a golpearlo. Y dijeron que lo iban a trasladar a una celda de castigo.
Cuando fui sacado para un interrogatorio, casi al instante de los carceleros haber cumplido su tarea, vi a uno de ellos que le mostraba el puño derecho de donde salía un hilillo de sangre a su camarada, a la vez que le decía: “Parece que ese maricón me cortó con un diente”.
Me pareció increíble que en 100 y Aldabó pudiera haber otras celdas aun peores. Luego supe que en las llamadas “celdas de castigo” no existe ni siquiera la “cama” de hormigón, empotrada en la pared que hay en los calabozos comunes. Además, a los castigados los lanzan ahí totalmente desnudos.
Cuando salí de ese sitio, afectado de neumonía, estaba tan flaco que la enfermera de la policlínica me decía que no tenía idea de donde iba a ponerme las inyecciones de antibiótico que un médico de ese mismo lugar me había recetado.
Y hablando de miedo: Cuando el que es desde hace medio siglo el jefe supremo de la Policía Política, Fidel Castro, fue detenido tras el asalto al Cuartel Moncada, dio a los soldados otro nombre y una dirección que no era la de su domicilio.
Pero el oficial de la Seguridad del Estado que dijo que yo había sentido miedo mientras estuve detenido en el Departamento Técnico de Investigaciones, está plenamente equivocado. No solo sentí miedo en esa etapa, tenía miedo desde mucho antes y continúo sintiendo mucho miedo.
El régimen de La Habana ha fusilado a miles de sus oposicionistas –también a sus propios héroes-, ha llevado a la cárcel a cumplir muchos años de pena a una cantidad muy superior a los fusilados. Es el dueño de los cuerpos represivos, de los tribunales y práctica el terrorismo de Estado. Es un monstruo enorme y violento, es lógico sentir miedo ante algo tan abominable y cruel.
Pero lo grande es que, a pesar del miedo, muchos han decidido luchar por la libertad y la democracia para Cuba. Esa es la espada que va a destruir al monstruo, y entonces ya ningún ciudadano tendrá que postrarse ante el Estado.