LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 – La última leyenda en esta isla colmada de ellas, es la censura a una temporada del serial policial Tras la huella, titulado Abismo. Pero como entre cielo y tierra, flash-memories de por medio, no hay nada oculto. El serial circula entre la amplia población consumidora de los enlatados de televisión.
La serie, editada en cuatro capítulos de 50 minutos, es una indagación superficial, como todos los culebrones, sobre la prostitución y el jineterismo en la isla y bordea las redes de la trata de blancas, sin tocar el muchas veces importante rol de las autoridades encargadas de perseguir a la mafia.
Dirigido por Humberto Luberta Martínez y con guión de Fernando Loredo, sobresale en los primeros capítulos la ágil edición de Adrian Blanco Azcuy, responsable además de la musicalización
Abismo nos cuenta la historia de Rosa, una muchacha “de campo” que, enamorada de Aldo, va a la gran ciudad. La guajira es engañada por su novio, al peor estilo de Romance del Palmar. Aldo es un chulo de café con leche, sacado del medio por el emulo de Yarini en el XXI, Rogelio, encarnado magistralmente por Jorge Martínez.
Rogelio, se enamora de Rosa y la convierte en su amante. En ese momento del audiovisual entra la policía y convierte (desconvierte a los ojos del espectador) a Rosa en una informante que al final del cuarto capítulo, se siente agradecida del cuerpo armado al que ve como su familia.
En las actuaciones, por lo general bien equilibradas, destaca Blanca Rosa Blanco, en el rol de Mónica, una Mayor de la policía. Su realista caracterización, fuera de toda caricatura, representa la imagen propia de la policía cubana: soberbia, arrogante y despreciativa, con el ciudadano.
Como en la mayoría de los seriales policiacos cubanos, los casos se resuelven por la delación y la chivatería. La inteligencia, pericia y coordinación, entre los equipos de seguridad, queda en segundo plano.
Es de destacar la aparición de nuevos actores, rostros frescos en la televisión. Ariadna Núñez, la cándida Rosa, muy ajustada en su increíble rol y con una belleza que hará historia en la televisión. También el caso de Néstor Enrique Jiménez, en el papel del narcotraficante Javier.
Realizada y producida por los Estudios Fílmicos del Instituto Superior de Ciencias Policiales, la obra se resiente hacia al final por un alargamiento innecesario de la trama y por los fetiches propios de los policiales cubanos.
Casualmente, al terminar de escribir este trabajo, supe del desmantelamiento de una red de prostitución de cubanas en Italia.