LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 –Los funcionarios y empleados de la Aduana General de la República brindan al visitante que viene del extranjero, desde el mismo momento de su llegada al país, la primera imagen de la corrupción que reina en toda Cuba.
Desde que el pasajero desembarca, los maleteros ofrecen algo más que ayuda para cargar el equipaje. Aceptar la oferta es siempre una buena idea, pues asegura no pagar el supuesto ¨derecho de aduana¨ por sobrepeso, algo que de hecho ya había sido abonado por el pasajero a la línea aérea. Al viajero que declina el amable ofrecimiento de los maleteros lo espera el personal de rayos x.
Estos maleteros siempre detectan a los cubanos que entran al país, aunque vengan camuflados en aviones repletos de extranjeros. Generalmente es fácil hacerlo, pues conocen las carencias internas y la costumbre que tienen los cubanos de cargar como burros para la familia. En una estrategia coordinada, marcan las maletas de los cubanos para que sean chequeadas por los aduaneros del salón, a quienes alertan sobre el contenido del equipaje.
En el salón de despacho, una vez que el equipaje esta marcado, continúan las ofertas. Las propuestas pueden llegar de otro pasajero, generalmente de los que viajan con frecuencia a la Isla, que está en combinación con el personal de la Aduana. Aceptar es la última oportunidad para evitar que el equipaje sea abierto en la mesa de chequeo. El rechazo del iluso pasajero, lo lleva al punto culminante de la cadena extorsionista.
El despliegue de la maleta abierta, llena de artículos del más allá capitalista frente a los ojos del aduanero, que sufre las constantes carencias del socialismo, despierta aun más la codicia. Cuando el pasajero no puede pagar los 100 o 150 dólares, que oficialmente le imponen, todavía aportar ¨algo¨ por la izquierda lo salva.
Al viajero que se niega a dar dinero, se le extorsiona pidiéndole mercancía para liberarlo del trance. Como el aduanero no puede tomar la mercancía allí, a la vista de todos, la táctica es seleccionar la mercadería que desea, indicársela al propietario y anotar el número de teléfono o dirección a dónde irá el viajero cubano, para luego ir a recoger el botín.
En los casos de cubanos que viajan al país con frecuencia, se establecen “alianzas” y se ajustan precios; por ejemplo, el aduanero le ofrece la opción de pagar 150 dólares por cada entrada, o por cada equipaje que quiera pasar, a cambio de la garantía de que no será molestado. El pasajero marca la maleta del modo acordado por ambos y el equipaje entra sin dificultades. Este tipo de operación se implementa generalmente con los cubanos ¨trapo-traficantes¨ que se dedican a importar mercadería desde Ecuador y Estados Unidos.
Muchos aduaneros también aspiran a salir del país y hacen el dinero para costearse su viaje extorsionando a los cubanos que regresan. Conozco el caso de una ex funcionaria de la Aduana, que reside ahora en Ecuador. Emigró a tiempo para evitar que la investigaran cuando se hizo evidente la subida en su nivel de vida. Había comprado un auto y comenzado a reparar su casa. El novio, que aun trabaja en la aduana, le recomendó abandonar la isla y preparar la estancia de ambos en el extranjero.
Las normas vigentes otorgan al personal de la aduana facultades valorativas para el decomiso de mercancías, lo cual favorece la corrupción y hace que cada viajero sea testigo de la expoliación que sufren los visitantes, sobre todo los cubanos que deciden regresar al “paraíso socialista” del Caribe.