LA HABANA, Cuba, agosto (173.203.82.38) – “Contemplar un crimen en calma es cometerlo”, sentenció José Martí.
Mariela Castro, directora del Centro Nacional de Educación Sexual, se propone impulsar una investigación, sobre supuestos episodios de discriminación sexual acaecidos en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) en los años 60. “No hay que temer a los errores, hay que aprender de ellos”, -dijo Mariela al periódico La Jornada en una entrevista al corresponsal Gerardo Arreola.
Las UMAP no sólo fueron la inquisición de los homosexuales. El pastor bautista Alberto González Muñoz retornó al Camagüey con el propósito de visitar el campamento Las Marías, donde fue confinado junto a otros jóvenes religiosos, homosexuales, drogadictos y delincuentes, calificados como lacra social, quienes, según el régimen, requerían de disciplina militar y trabajo forzado para ser integrados como hombres útiles a la sociedad. González, desanduvo las ruinas y narró a su hijo el calvario sufrido a partir del 26 de noviembre de 1965.
En su libro, ¡Dios no entra en mi oficina! (1997), con una modesta tirada en 2011 financiada por la iglesia bautista, González muestra el desarrollo de los acontecimientos desde 1965, año en que se desempeñaba como seminarista de su iglesia y fue enviado a integrar las filas de la UMAP.
Cuenta el traslado en ferrocarril (a semejanza de las transportaciones a los campos de exterminios nazis y los gulags siberianos), el arribo a la estación de Lugareño y la concentración en un terreno de béisbol; su estancia en los campamentos Las Marías, Los Sitios, Mola, Sabanilla y Vertientes; las jornadas de 18 horas de trabajo en los cañaverales, las letrinas convertidas en calabozos; los alambrados perimetrales, las torturas aplicadas a los testigos de Jehová que no querían vestir el uniforme, la agrupación de homosexuales en el campamento de Laguna Grande, la oficialidad de verdugos, etc.
En su historia argumenta que un abogado de 50 años y un ex primer capitán del ejército fueron castigados junto a él, pero no mencionó los suicidios, violaciones y asesinatos. Además, en la introducción puntualiza que el paso del tiempo ha borrado muchas anécdotas y detalles de su memoria. No obstante, su trabajo puede catalogarse de un testimonio de primera mano, que estimulará la creación de nuevos textos sobre el tema.
Mariela Castro expresó: “De las UMAP hay relatos y trabajos de ficción, con algunas verdades, muchas mentiras y realidades sobredimensionadas”. Pero la titular del CENESEX no debe tomarse la licencia de pensar por nosotros, especialmente sobre algo que no conoció ni vivió.
Sobre las abominaciones ocurridas en las UMAP, se debe hacer una investigación transparente. Únicamente concierne a la nación decidir si aquellos enviados a las UMAP en 1965, por considerarlos el gobierno lacras de nuestra sociedad, son peores que los funcionarios que hoy se roban el dinero del pueblo desde sus oficinas en las instituciones estatales; o si los gestores de las UMAP –que aún están vivos- deberían ser juzgados por su responsabilidad en esos crímenes de lesa humanidad.