LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – En la clausura del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, efectuado del 16 al 19 de abril, su nuevo primer secretario se refirió con preocupación a los incrementos de los precios de los alimentos en el mercado internacional, lo que representará más de 300 millones de dólares adicionales al gasto planificado para importar esos productos en 2011. Esto, agregado al sobreprecio de los combustibles alcanzará un desembolso adicional superior a 800 millones de dólares, sin considerar que surjan otros inconvenientes. Ello exige, anunció el Presidente, ajustes al Plan del año.
La tendencia al aumento de los precios de los alimentos en el mercado internacional no puede verse como un fenómeno coyuntural, sino como una dinámica que responde a transformaciones estructurales ocasionadas por cambios objetivos en el planeta. En primer lugar están las modificaciones medioambientales que están produciendo catástrofes naturales con incidencias muy negativas sobre la actividad agropecuaria. A esto se suma el alza de los precios del petróleo que eleva los costos agrícolas y, a la vez, hace altamente rentable la elaboración de biocombustibles partiendo de la caña de azúcar, cereales y otros productos que antes tenían casi como único destino la alimentación humana y animal, un hecho que parece no va tener una variación previsible en el futuro, mucho menos con los precios actuales de los combustibles fósiles.
A estos factores se añade que conjuntamente con el impresionante avance económico de los países emergentes, también el nivel de vida de sus poblaciones aumenta constantemente. Sólo los llamados BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- poseen una población de 2,9 miles de millones de habitantes, el 43,4% de la mundial, con altos incrementos anuales de consumo de alimentos, en especial China e India, las naciones más populosas del planeta –en conjunto 2,5 miles de millones de seres humanos- con necesidades reprimidas por muchos años.
Al incrementarse la demanda de alimentos, estos se convierten en artículos altamente codiciados en el comercio internacional y, por consecuencia, la especulación, que siempre ha existido, tiene un campo de acción mayor con superior incidencia en la formación de sus precios.
Esto explica que tomando como base el promedio de las cotizaciones internacionales de los alimentos en los años 2002-2004, el nivel al cierre de marzo 2011 era 2.3 veces superior en conjunto, y de 3.72 veces en el caso del azúcar, el artículo con superior alza, según cálculos que mensualmente realiza la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO).
Este escenario es extremadamente difícil para las naciones importadoras netas de alimentos, en especial para Cuba que cubre el 80,0% de sus restringidos requerimientos comprándolos en el exterior, incluidos algunos otrora tradicionales productos de la exportación cubana, como el café y hasta el azúcar.
Si como dijo hace un tiempo el general Raúl Castro el autoabastecimiento de alimentos es una tarea estratégica, en las actuales condiciones del comercio mundial de esos productos, resulta un tema crítico a resolver urgentemente. Como han advertido otros especialistas, el destino de las reformas que se desean hacer en Cuba dependerá en alto grado del éxito de las transformaciones en el agro.
Las medidas tomadas para reformar la agricultura, tímidas y limitadas, no han sido una solución. La producción agropecuaria en 2010 se redujo en un 2,8%, según cifras oficiales, sin considerar la caída en la producción cañera, cuyo monto aún se desconoce pero fue sustancial. A casi tres años de la implantación del Decreto-Ley 259 sobre la entrega de tierras ociosas en usufructo, no se observan los resultados requeridos, aunque datos oficiales han señalado que el 63,0% del más de 1,8 millón de hectáreas del fondo inicial de tierras ociosas se ha entregado.
En el VI Congreso del PCC, se anunció que se modificará ese Decreto-Ley para entregar mayor cantidad de tierra a los usufructuarios exitosos. Resulta una intención que pudiera ayudar a incrementar la producción, pero no dará los frutos necesarios si no se elimina la camisa de fuerza estatal aplicada a los campos cubanos. Es tiempo de que los campesinos puedan trabajar con libertad e independencia; que cese el monopolio de la compra de los productos agrícolas por el Estado y el suministro de los instrumentos e insumos necesarios; que el hombre de campo tenga derecho a elegir a quien vende sus productos y a qué precio; que tenga derecho a adquirir los recursos necesarios para su labor, incluyendo la posibilidad de recibirlos desde el exterior; que pueda optar por poseer las tierras o por lo menos tener la garantía de cultivarlas por un período superior a los 10 años establecidos, lo cual está en contradicción con los derechos otorgados a los extranjeros; y que puedan construir legalmente sus viviendas allí.
En resumen, deben liberarse las fuerzas productivas en la agricultura. En contrapartida se requiere un sistema racional de impuestos y políticas crediticias promotoras del desarrollo agrícola. Esto en modo alguno debe sustituir totalmente iniciativas públicas desarrolladas con técnicas avanzadas, que podrían implementarse en cooperación con la inversión extranjera mediante acuerdos, incluidos proyectos de infraestructura -sistemas de regadío, electrificación, viales, mecanización y otros- en apoyo a la agricultura, así como obras para beneficiar, procesar y comercializar la producción agropecuaria. Debe recordarse que Cuba está altamente descapitalizada y con ínfimos ahorros, con un nivel tecnológico sumamente bajo, por tanto la participación de la inversión extranjera es un asunto vital para lograr el autoabastecimiento alimentario.
No es momento de lamentaciones debido a los problemas surgidos en la comercialización mundial de los productos agrícolas, sino de abandonar los dogmas y tomar medidas efectivas para desarrollar la producción agrícola nacional. Si las ataduras actuales se rompieran y las grandes reservas productivas se utilizaran convenientemente, con toda seguridad Cuba no sólo resolvería su grave crisis actual de alimentos, sino que podría crear considerables excedentes exportables y beneficiarse altamente.