LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -Alguna vez le escuché decir a un escritor que le gustaba leer las novelas de sus amigos, porque era la única manera de conocerlos bien. Acabo de leer Larga es la noche, de Frank Correa –Guantánamo, 1963-, publicada en la República Checa, y aunque no sea el caso, porque no es mi amigo, sino un colega de la prensa independiente, me interesé en leer esta novela por varias razones.
Larga es la noche es una excelente factura literaria, que se inspira básicamente en el tema de los marginales, y como estamos rodeados de ellos, es necesario escarbar más sobre este fenómeno, culpable de haber creado la crisis social más grave de la historia de Cuba. Elaborada con gran pericia, maña y experiencia, no me sorprendió. Ya había leído la primera novela de Correa, Pagar para ver, publicada por Latin Heritage Foundation, en Estados Unidos, y también leí muchos de sus cuentos.
Con su picardía de hombre de caminos, Correa se ha convertido en uno de nuestros muy buenos novelistas, a la altura de estos tiempos oscuros y difíciles, y sabe cómo atraparnos con historias verosímiles, historias tremendas, donde su protagonista principal, el propio autor, desnuda con gran desparpajo y audacia a cada uno de los personajes: desamparados, olvidados, incomunicados en barrios marginales sin una remota esperanza, que padecen más que otros los embates de nuestro mal gobierno.
Su notable conocimiento de la marginalidad , algo que vivió, sufrió e investiga sin cesar, fue utilizado por quien es también un buen periodista, para integrarse a la prensa independiente, un quehacer diario que, sin duda, ha servido para darle ese impulso escondido en su corazón, y llevarlo de la mano hacia su novelística: descarnada, cruda, brutalmente sincera.
Aunque el sucesor del anciano líder invicto haya denunciado a los cuatro vientos los complejísimos problemas que padece la sociedad cubana, acumulados y generalizados, y haya hecho un llamado urgente para rescatar el orden, la convivencia y la educación formal en el país, no hay escritores del oficialismo capaces de escribir una obra sobre la Cuba corrupta del castrismo, como lo ha hecho Frank Correa, con gran valentía y sin miedo a nuestros conocidos represores.
Cuando se termina de leer Larga es la noche, no queda sino hacerse varias preguntas:
¿De qué transformaciones económicas y sociales habla el régimen, si esos millones de marginales que sobreviven en sus chozas o ruinosos apartamentos de ciudad, no son parte activa y creativa de la comunidad? ¿Cuál es el modelo cubano que debemos defender? ¿Qué hacer con tantos marginales? ¿Por qué en más de medio siglo el gobierno no ha sido capaz de ofrecer fuentes de empleo, para que desaparezca la pobreza, algo que ocasiona alarmantes conductas antisociales de hoy?
Si combatir las actitudes marginales equivale a desaparecer a Keko, a Juan la Jama, a Carrión, a Chapi, a Soe, a Güiro, a El Rasta, a muchos otros personajes reales de Larga es la noche, ¿quiénes quedarían en Cuba, además de los generales, los extranjeros de Miramar y los miembros de la cúpula gobernante?
El libro se lee de un tirón, hasta el final, aunque a veces nos hace sentir un nudo en la garganta, y otras veces debemos interrumpir la lectura para reír con las ocurrencias del autor.