LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) – Nadie se explicaba cómo los autores del reciente robo en la protegida iglesia católica del exclusivo barrio residencial Tarará, a veinte kilómetros al este de la capital habían logrado introducirse en el templo. Más increíble parecía que hubieran burlado la vigilancia cuando salieron, cargados con el botín de su fechoría: tres ordenadores portátiles y dinero.
Se especuló sobre la complicidad de algún custodio, pero la pista principal la aportó lo estrecho del espacio por donde penetró uno de los ladrones, y varias huellas dactilares. Cortaron con segueta el grueso barrote de hierro de la reja de una ventana de la cocina. Parecía imposible que por tan reducido hueco cupiera un adulto, y se pensó que había un niño metido en el robo.
Las sospechas recayeron en Alexis, un enclenque monaguillo de dieciocho años, persona de confianza del sacerdote dominicano Quiridio. Alexis cabía perfectamente por el hueco. Detenido e interrogado, no demoró en confesar y denunciar a sus cómplices, miembros de un grupo musical integrado también por jóvenes, casi todos ex presidiarios.
Los malhechores se ganaron la confianza del párroco de la iglesia San José, en La Habana, por su aparente bondad y la música, y con alguna frecuencia alegraban la parroquia. El flacucho Alexis introdujo a sus amigos en la comunidad eclesial de Tarará, y su presencia se hizo habitual allí. También los vigilantes hicieron buenas migas con el grupo, y le permitían la libre entrada y salida.
“Los perversos saben que en las iglesias hay bienes y dinero de donaciones, que despiertan la codicia. No miden consecuencias para saquear. Así es la pérdida de valores que padecemos, unido esto a la escasez material. Todo incita a los maleantes a cometer fechorías de este tipo”, dijo Jacinto Menéndez, feligrés de 78 años, residente en Tarará.
“Si los ladrones son sorprendidos en el momento de cometer el delito, es posible que hubieran asesinado al sacerdote. Esta gente es capaz de cualquier cosa, hasta matar” –expresó la señora Dulce Miranda, asidua a la iglesia, y recordó el asesinato del cura español Eduardo, cuando se dirigía al aeropuerto en su auto para recoger una donación para su iglesia en la aduana. También el asesinato de Mariano, sacerdote español, el 13 de febrero de 2009 en una iglesia de Guanabacoa, asesinado por una enfermera del hospital Hermanos Ameijeiras, tras apropiarse del dinero depositado en la caja fuerte.