LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -Inspirado en el artículo ¿Quiénes son los verdaderos anticubanos?, del profesor Antonio Rodiles, ejecutivo del proyecto Estado de SATS, centro mi indagatoria en el castrismo instituido en Cuba como manifestación ideológica nacionalista del poder unipersonal de un hombre y su familia, a la que bien llamó nuestro colega “Fidel Castro y compañía”.
En tal sentido, la Historia reconoce que en las décadas de los años 40 y 50, Fidel Castro Ruz apenas contaba con liderazgo público; sin embargo, este hombre aprovechó el ascenso de las fuerzas democráticas de izquierdas y del Partido Ortodoxo para introducirse en ellas y escalar algunas posiciones para finalmente ascender al poder mediante la lucha armada.
Mientras tanto, en Latinoamérica por esas épocas se sucedía un ciclo generacional de ideologías denominadas del “socialismo espiritual“, incentivado por el conjunto de fuerzas políticas de la izquierda latinoamericana y la influencia de la antigua URSS.
De esta manera, para consolidar su farsa populista de nuevo ideólogo y líder revolucionario, Fidel aglutinó a un grupo de jóvenes que le eran simpatizantes, arrastrándolos al ataque al cuartel Moncada en 1953. Posteriormente llamó a ese grupo “Generación del Centenario del Apóstol José Martí”. En recordación a dicho ataque y a los jóvenes cubanos caídos fundó el movimiento clandestino 26 de Julio.
Esta organización no se insertó en la vida democrática de la Nación, pues fue dirigida a la formación de células de acción y sabotaje en las ciudades y devino más tarde en ejército rebelde que se enfrentó y derrocó a la dictadura de Fulgencio Batista.
La caracterización de este personaje y su régimen en la historia cubana puede compulsarse cuando en el año 1958, en una conversación con su ex profesor, el padre jesuita Amado Llorente, del Colegio de Belén de la ciudad de Santiago de Cuba, le exclamó: “Padre, ¿de dónde voy a sacar el comunismo, si mi padre es más franquista que usted!”
La anécdota fue recordada por el sacerdote en cuanto el ex discípulo arribó a la capital del país en enero de 1959, con su ejército de barbudos cargados de collares y crucifijos, con aval de falso cristiano.
Esa declaración hecha al eminente religioso violó uno de los mandamientos de la Ley de Dios: “No levantar falsos testimonios ni mentir”. Momento histórico en el que Fidel mintió a su pueblo, a sus seguidores y al mundo, que lo observaba con expectación, pues supuestamente abriría una nueva página democrática en el país. Algo que nunca sucedió, al instituirse su gobierno en forma de dictadura unipersonal.
Es interesante poder constatar cuántas contradicciones y mentiras engañosas profería el Máximo Líder: El 22 de junio de 1972, en la Universidad Carolina de Praga, de la antigua República Socialista de Checoslovaquia, ante su auditorio cambió de casaca, cuando expresó: “El programa del Moncada no era socialista. Pero su grupo sí era socialista; habían estudiado obras de Marx y Lenin… El proceso revolucionario de Cuba es la confirmación de las fuerzas extraordinarias de las ideas de Marx, Engels y Lenin”. Es evidente la contradicción y el engaño público de su falsa ideología comunista.
El régimen castrista, iniciador de la revolución llamada “tan verde como las palmas”, manipuló los sentimientos populares para consolidar su poder, y puso en práctica su fundamentalismo con la Segunda Declaración de la Habana, que sentó las bases de su sistema nacionalista totalitario de corte ideológico antidemocrático, conocido popularmente como fidelismo o castrismo. Este sistema político fue llamado después “democracia socialista”, institucionalizada en 1976 con la aprobación de una nueva constitución que cerró el paso a la libertad en Cuba.
La ascendencia nacionalista y antidemocrática del castrismo como corriente ideológica le sirvió al ex dictador para formar alianzas políticas y militares. Él mantuvo el poder absoluto de su dictadura, sobre la cual exclamó: “El poder del pueblo, ¡ese sí es poder!” Yo le matizaría: El castrismo nacionalista, ¡ese sí es poder!
El régimen comunista no ha podido abrazar un proyecto ideológico que conduzca al bienestar de los cubanos, develando, a 53 años del triunfo revolucionario, su actual debilidad y su propia autodestrucción.