LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -No recuerdo la primera vez que escuché o leí su nombre, pero debe haber sido hacia la mitad de los años 90 en la emisora Radio Martí que, por entonces, pese a la fuerte obstrucción de la señal, todavía podía escuchar. Sí sé que ya a finales de esa década ese nombre era uno de los más reconocibles para mí entre los periodistas que se dedicaban a divulgar, desde dentro de Cuba, la realidad que se estaba viviendo en el país, a la vez que daban ideas y opiniones que ayudaban a comprender mejor no solo lo que sucedía, sino también por qué sucedía y cómo podía hacerse para que no sucediera.
Durante muchos años, Radio Martí fue para mí, como para muchísimos cubanos, la única fuente de información alternativa, y escuchando a Oscar Espinosa Chepe conocí y comprendí, desde mi ignorancia al respecto, el valor de muchos de esos pequeños e incontables elementos que conforman la economía de una nación. De hecho, tuve una idea más concreta de conceptos que, como los medios de producción, siempre me parecieron entelequias de la doctrina económica marxista. En general, a lo largo de los años —leyendo luego también sus frecuentes artículos publicados en diversos medios—, encontré que la tesis integral de Espinosa Chepe, aunque temo que ese sea un término reductivo, era que casi todos los elementos que constituyen la máquina entera de la economía cubana no funcionan o funcionan mal porque, sencillamente, la concepción económica que rige el engranaje no opera en la práctica, sino en un mundo ficticio compuesto de dogmas ideológicos y autoritarios, un mundo absurdo y ajeno a la realidad humana.
Esto lo decían otros también, claro está, pero Espinosa Chepe lo demostraba sin estridencias ni vértigo de cifras, sino con estudios equilibrados sobre temas precisos donde los datos y el análisis forman un cuerpo convincente e irrefutable, con eso que Miriam Celaya, hablando de un libro del economista, llama “el acento peculiar de la documentalidad”.
En sus artículos, la variedad de temas es tan vasta que difícilmente ha podido escapar a sus indagaciones algún aspecto de cierta importancia en el campo económico del país. Y al cabo, la conclusión que nos muestra este científico social describe el proceso de cómo, sencillamente, la Revolución se convirtió en Involución.
Pero lo que Oscar Espinosa Chepe nos comunica con una sencillez y una sabiduría tan notables no proviene únicamente de la investigación y el buceo en mil libros y teorías incontables, sino también, y quizás ante todo, de su propia experiencia, de su vida misma, aunque nunca hable de ella en sus escritos.
Porque este hombre, comprometido con la búsqueda de un mejor destino para su país, no estuvo preso por primera vez a raíz de la siniestra primavera de 2003, puesto que ya lo había estado en 1957, siendo un adolescente, por oponerse a la dictadura de Fulgencio Batista. Luego de 1959, estuvo entre los millones que participaron en lo que creían la edificación de un sueño y trabajó en la Junta Central de Planificación, como consejero económico en el servicio diplomático y por último en el Banco Nacional de Cuba.
Los acontecimientos que comenzaron a estremecer a Europa del Este desde mediados de los años 80 le demostraron la necesidad de profundos cambios en el pensamiento económico y social, y, acusado de contrarrevolucionario, no tuvo más remedio que entrar en la oposición política, aunque eso significara pasar por Villa Marista y por la peores prisiones del país, que terminaron agravando su estado de salud, ya por entonces deteriorado.
Pero ni la cárcel ni la enfermedad lo convencieron nunca de que debía cesar su trabajo y mucho menos irse definitivamente de su país. Entregado a su misión con la laboriosidad y la convicción de un jesuita, se sentía obligado a dar su testimonio como experto al pie de los sucesos. Los títulos de los libros que ha publicado (Crónica de un desastre, Cuba: ¿revolución o involución?) ilustran lo que ha sido la razón de su vida: alumbrar los entresijos de un largo y sombrío evento nacional que se inscribe en un sistema socio-económico al que llamó “la más colosal estafa conocida en la Historia”.
Sumido en el ojo del huracán, Oscar Espinosa Chepe, ha sido siempre una persona honesta y comprometida valientemente con el progreso de Cuba que, mientras nos ha entregado con la mayor generosidad sus años y su inteligencia sin asomo de queja, jamás se ha permitido el sacrificio de la ética profesional. Eso es quizás lo mejor de su lúcido e iluminador ejemplo.