LA HABANA, Cuba, enero (173.203.82.38) – Cinco andinos de diferentes generaciones decidieron visitar Cuba a pesar de los consejos de un amigo cubano a quien el gobierno de Fidel Castro le expropió todo lo que tenía y vive exiliado en Venezuela hace más de cuatro décadas. Naturales de Mérida, Venezuela, quisieron palpar la realidad de la isla en cuatro días.
No tuvieron el privilegio de visitar instituciones médicas como el hospital Hermanos Amejeiras, o Las Praderas, centros de atención a la salud para extranjeros, especialmente venezolanos. Tampoco conocieron la marina Tarará, balneario exclusivo en las playas del este de La Habana, donde cobran seis dólares (125 pesos) al turista nacional por utilizar la playa privada.
Los cinco deseaban conocer lugares distintivos como la Bodeguita del Medio, Tropicana, Varadero y sobre todo, caminar por las calles de La Habana.
En el primer recorrido se percataron de la belleza arquitectónica de centro histórico de la ciudad, pero quedaron contrariados por el deterioro de las edificaciones y calles, que atribuyen, según sus palabras, al abandono y el desinterés.
La segunda impresión se la ofreció el rostro de los cubanos. Percibieron el ahogo y el desaliento reflejados en nuestras caras, sin siquiera hablar con la gente. Se alarmaron por el evidente alto índice de alcoholismo y consumo de tabaco dentro de la población. Encontraron, sin mucho esfuerzo, la frustración y los miedos escondidos que nosotros mismos a veces no logramos identificar, y describieron la sociedad cubana tal cual es: un pueblo sin motivaciones.
La playa de Varadero, inaccesible para el pueblo, les pareció algo lejano de la realidad que se vive en la isla. Para los andinos, el lujo de los hoteles contrasta con las construcciones derruidas de la capital.
No necesitaron más días para descubrir la falta de alimentos y libertades. Fue el único tema de conversación que escuchaban en calles y ómnibus; como una queja, o un pedido de auxilio, ante el visitante extranjero que tiene pocas posibilidades de ser un delator.
Experimentaron los avances de “la revolución energética” con un apagón de seis horas del que no pudieron escapar.
También les quedó claro que “la integración de nuestros pueblos” no necesita del socialismo del siglo XXI. A cubanos y venezolanos, nos une el idioma y la similitud de las idiosincrasias; tenemos muchas similitudes e intereses comunes, a pesar de nuestras diferencias. Nació una amistad con los cinco venezolanos, no porque tengamos una misma religión o ideología. Nos presentó el destino y nos unió el mismo deseo de vivir en libertad.