LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – La desvergüenza de santificar a Gaddafi, tirano y criminal, en un momento en que sus hordas bombardean y arrasan con todo lo vivo en ciertas zonas de la Libia rebelde, es algo que desborda los colmos. Por lo que representa y por la absoluta impunidad con que se hace, tal vez pueda ocurrir únicamente en Cuba.
Muy tensos deben estar nuestros caciques por lo que se está jugando en Libia en este minuto, no porque incurran en la barbarie de querer engañar al pueblo acerca de un tema tan sensible -pues ello ha formado parte de su accionar cotidiano durante medio siglo-, sino por lo mucho que pueden comprometerse en el plano internacional, lanzándose a optar públicamente por el bando de los genocidas cuando todo el mundo civilizado se pone de acuerdo para condenarlos.
Se caen las alas del corazón al ver a esos pobres amanuenses del noticiero de televisión repitiendo que no hay pruebas de que el dictador libio sea responsable de la muerte de un solo inocente, y llamándole “partidarios de Gaddafi” a lo que en realidad es su ejército armado hasta los dientes para enfrentar al pueblo.
La mala noticia para los caciques, por más que demuestren, o finjan, no haberse enterado, es que hasta en Cuba resulta ya imposible ocultar o manipular verdades tan apabullantes. A veces uno mismo no se explica cómo, pero lo cierto es que, a diferencia de tiempos atrás, hoy, la mayor parte de nuestra gente se mantiene al tanto de lo que sucede realmente allende los mares.
Aunque en el caso de Libia ni siquiera necesitarían conocer los pormenores de la verdadera noticia. Será suficiente con que sepan que Muammar al Gaddafi es el mandamás absoluto en su país desde hace 42 años. Ese simple dato, más su amplio conocimiento de causa, le basta a los cubanos para una clara conclusión.
Y ya que una cosa lleva a la otra, nadie debe pensar que nuestra gente de a pie en La Habana se mantiene ajena, ni a lo que ocurre verdaderamente en Libia, ni a las razones por las que el noticiero hace el ridículo ante sus ojos (y el oprobio ante los ojos del mundo) tratando de vender gato por liebre.
Y no es todo. Como en la pelota, el desasosiego de nuestros caciques ante la tragedia libia puede estar guardando su momento culminante para el último inning.
Si en definitiva el mundo civilizado se aprieta el cinco y toma medidas consensuadas para impedirle a Gaddafi que continúe imponiendo su tiranía genocida y antipopular en Libia, se estará sentando un precedente que no va a permitirles a nuestros caciques dormir en paz en lo poco que les queda de vida.
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