LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – Junto a la noticia de la llegada del cable submarino de fibra óptica procedente de Venezuela, el lector cubano accede, por medio de la prensa oficial, a otra información que contrasta por ser la antítesis de la modernidad.
Si como se ha hecho saber al público, el referido cable mejorará las conexiones a internet, además de facilitar nuevos servicios relacionados con el ciberespacio y las telecomunicaciones; por otro lado nos informan sobre la presunta recuperación en el uso de la tracción animal en las labores agrícolas llevadas a cabo en la provincia de Matanzas.
Mientras se promociona el salto tecnológico en materia comunicacional, nos enteramos de que los bueyes cubanos logran igualar o superar la productividad de los tractores. La prensa oficial se hace eco de esa fantasía, confirmando una vez más su falta de objetividad y la tendencia a darle cobertura a asuntos que rayan en lo trivial y lo ridículo.
Paradojas aparte, ambas noticias son mentiras: lo cierto es que ni habrá libertad para conectarse a la red de redes, ni los bueyes serán los artífices de un crecimiento espectacular en la producción de alimentos.
Todo es parte de un programa de creación o reciclamiento de expectativas que sólo busca mantener en pie la fracturada legitimidad política del partido de gobierno.
Disparate y pueril desenfado se unen nuevamente para dar un producto mediático todavía capaz de engañar o desencadenar una gran carcajada.
Explicaciones relacionadas con esta información, que bien podría confundirse con una noticia sacada de un periódico del siglo XIX, dan cuenta de las dificultades para encontrar domadores y acceder a otros insumos, no menos importantes en el uso de la tracción animal como base para el desarrollo de la agricultura.
La escasez de los correspondientes arreos, tales como yugos, frontiles, cabuyas y arneses, ha sido un impedimento para impulsar esta modalidad productiva. Las soluciones para paliar la situación son esfuerzos individuales donde la innovación y la improvisación, son totalmente artesanales.
Los cubanos, como revela un dicho popular, tendrán que continuar “comiéndose un cable”. O lo que es lo mismo, seguir a merced de las prohibiciones, la falta de oportunidades, la represión policial, viviendo en tugurios sin acceso a agua potable, con salarios de miseria y acosados por los precios estratosféricos de los productos de primera necesidad, entre un sinfín de calamidades.
En resumen, es iluso esperar por el libre acceso a Internet a través de la novedosa instalación, y mucho menos pensar que tendremos comida gracias a las arduas faenas de los bueyes de Matanzas. Quien espere lo contrario no está en su sano juicio. No es fácil mantener la cordura con tantos tragos amargos.
Verdaderamente, no están muy lejos de la verdad quienes afirman que Cuba se ha convertido en un manicomio flotante. ¿Qué vendrá después de estas noticias?