LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – En una sesión del Consejo de Ministros ampliado, efectuada el 25 de marzo, de la cual la prensa nacional publicó una nota sin muchos detalles, se adoptó una nueva política bancaria encaminada a ofrecer créditos a las personas naturales, en especial a los productores agropecuarios y a personas autorizadas a ejercer el trabajo por cuenta propia con el objetivo de facilitar sus actividades.
Indudablemente, se trata de un paso en la dirección correcta, pero que necesitará una serie de medidas adicionales para que realmente beneficie a los pequeños productores del campo y la ciudad. Además, se requiere conocer las condiciones en que se otorgarán los préstamos, por ejemplo, si también los habrá en moneda convertible; si sería posible reembolsar parte o todos los créditos en productos, y otras cuestiones esenciales para poder evaluar la medida a plenitud. Hasta ahora solo se conocen datos, no confirmados, de que el interés será de un 3,0% en los dos primeros años, 5,0% en los próximos 3 años, y 7,0% para el resto del período.
Desde hace tiempo, el Estado ofrece créditos a los pequeños agricultores, fundamentalmente para estimular algunas pequeñas producciones, como caña de azúcar, café y tabaco, así como a las Cooperativas de Créditos y Servicio, entidades muy controladas políticamente por la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP). No obstante, estos préstamos nunca se reflejaron en verdaderos avances en la agricultura, y se conoce la caótica situación existente en las producciones cañera y cafetalera.
De ello se desprende que los créditos tienen que acompañarse de la liberalización de la producción agrícola y el trabajo por cuenta propia, sin lo cual no se lograrían los resultados urgentemente demandados por la economía. En primer lugar, hay que abandonar los viejos dogmas, que bloquean el progreso de la iniciativa privada e impiden su desarrollo. Conceptos desfasados, incluso plasmados en el punto 3 del Proyecto de Lineamientos del VI Congreso del PCC. Si estos criterios persistieran, tendría poco sentido que las personas pretendieran hacer avanzar sus iniciativas, conociendo que en cualquier momento podrían ser aplastados sus deseos de progresar. En consecuencia, los créditos únicamente contribuirían a mantener los negocios a niveles muy reducidos y con escasa significación para la economía.
Por otra parte, cuando se otorgan préstamos es para posibilitar adquirir algo. Pero no existe un mercado mayorista, y para los campesinos la oferta de insumos es muy limitada y a precios excesivamente altos. Según publicó la Gaceta Oficial, el precio de una azada (guataca) es de 115 pesos; un pico sin cabo 200 pesos; un cubo para ordeño, 235 pesos; una cantara para leche 855 pesos y así sucesivamente, en un país donde el salario medio mensual era de 436 pesos al cierre de 2010.
Además, resulta difícil conseguir piensos balanceados, fertilizantes, herbicidas, pesticidas y combustible, y ni soñar adquirir tractores, camiones y otros equipos indispensables en una agricultura moderna.
Como contrapartida, los agricultores están sujetos al monopolio del Estado para la venta de sus producciones. Este fija unilateralmente los precios y las condiciones de entrega de los productos, y después, por el deficiente trabajo de las organizaciones acopiadoras que, en ocasiones demora extraordinariamente el pago. Si se desea que los préstamos cumplan una función alentadora, esto deberá corregirse y permitir la venta directa en el mercado o mediante mecanismos alternativos de acopio sobre bases libres para fijar los precios.
En cuanto a los cuentapropistas, junto al desarrollo del mercado mayorista y el cambio de las concepciones restrictivas al progreso de los negocios, tienen que eliminarse las limitaciones y prohibiciones absurdas, ampliar lo más posible el permiso para realizar nuevas actividades, llevar los impuestos a niveles racionales que no ahoguen la iniciativa privada, y permitir en una primera etapa las empresas pequeñas y medianas (PYMES). En ese marco los créditos sí podrían dar verdaderos beneficios.
Paralelamente debe procurarse la cooperación internacional para ofrecer créditos, así como asistencia material y técnica a los pequeños negocios de la agricultura y el comercio privado. Seguramente países y organizaciones no gubernamentales estarían dispuestos a colaborar, si tuvieran seguridad de que los proyectos no serán abortados posteriormente. La comunidad cubana en el exterior podría tener una participación positiva. De hecho, Cuba Study Group ha realizado propuestas concretas con montos de dinero disponible para apoyar estas iniciativas. Sería inteligente escuchar a las organizaciones y personas que, soslayando las diferencias políticas, quieren ayudar a Cuba con su experiencia y recursos. China y Vietnam, dando muestras de pragmatismo, lo han venido haciendo desde hace años.
Las condiciones internacionales son inciertas. A pesar de ciertas mejorías en la economía mundial, existen grandes riesgos en cuanto a la estabilidad de los precios de los alimentos. Al cierre de febrero, el índice de precios confeccionado por FAO, tomando como base los promedios del período 2002-2004, mostró la elevación en 2,36 veces, de los cuales la carne 1,70; la leche y productos derivados 2.30; los cereales 2,54; los aceites y grasas comestibles 2,7, y el azúcar 4,1; el producto con mayor incremento, pero lamentablemente Cuba no tiene excedentes de azúcar significativos para exportar.
La tendencia es a continuar el aumento de los precios, debido a los desastres naturales en áreas productoras y el mayor consumo en populosos países como India y China, mientras el alza de la cotización del petróleo encarece los costos de producción y estimula la conversión de alimentos –cereales, semillas oleaginosas caña de azúcar- en biocombustibles.
Por todo lo anterior, para Cuba que hoy necesita importar cerca del 80,0% de sus requerimientos, el incremento de la producción de alimentos es más perentorio que nunca. Este objetivo no podrá lograrse si no se cambia profundamente las estructuras agrarias y son abandonadas concepciones fosilizadas.