LA HABANA, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -Para que los pacientes con dietas médicas accedan al pollo y los medicamentos indicados deben presentar un documento conocido popularmente como “tarjetón”. De no estar firmado por el médico de la familia se forma el caos. Y eso fue lo que ocurrió este lunes en el consultorio médico No. 22, en Centro Habana.
Reunidos desde las seis de la mañana fuera del consultorio, ni el ruego ni las exigencias lograron que al grupo de diabéticos e hipertensos en la tercera edad, se les actualizara la documentación oficial para poder comprar su diera especial y sus medicamentos.
La doctora Glenda está de vacaciones, la enfermera no tiene autorización para firmar, y el doctor Pedro, que trabaja en el turno de dos a cuatro de la tarde, tiene sus propios pacientes que atender. Por ahora no existe solución.
Ante la imposibilidad de resolver, las señoras Julia Cuesta y Alicia Mendoza, expresaron airadas que mejor sería poder pagarle a un médico particular, que adquirir los medicamentos en la red clandestina de vendedores de medicamentos por la ciudad.
Según añadió Julia, cada vez que debe renovar el modelo de dieta y el tarjetón para adquirir el pollo y las tabletas de Blemencamida para su diabetes B, la situación es la misma: no aparece quien firme.
“Si el médico no está enfermo, anda por el policlínico, no hay modelos, está en un seminario, o lo llamaron del organismo central. Estoy muy vieja y trabajé más de 35 años como maestra para que me vengan con este cuento. Es que no quieren trabajar”, expresó Julia.
Y el problema radica en que si no entregan ambos documentos antes del día 18 del mes que les corresponde, no pueden adquirir ni pollo ni tabletas. Además, los pacientes tampoco pueden ser atendidos por cualquier otra dolencia, si el médico está ausente.
Por su parte, otras señoras que no dijeron sus nombres indicaron que muchos médicos están locos porque los envíen al extranjero “a cumplir misión”. “Los viejos lo único que damos es trabajo, ni siquiera respeto”. Piensan que sólo venimos por la dieta de pollo y nunca porque nos sintamos mal”.
La enfermera que anunció las vacaciones de la doctora no hallaba qué otra respuesta ofrecer. Parada en la puerta del consultorio, sólo parecía escuchar.
“En la televisión son héroes del ejército de batas blancas que pelean por la salud fuera del país. Eso es correcto, pero en Cuba también deben luchar por los enfermos”, dijo la señora Julia, y agregó:
“Si allá cruzan ríos crecidos, suben cordilleras y otros actos de valor, aquí a veces sólo deben cruzar la calle o bajar las escaleras del consultorio para trabajar, y no pocas veces lo dejan de hacer, o no lo hacen”.
La crisis de confianza en el sistema de salud es general. Muchos achacan el problema a los bajos salarios que reciben los profesionales y la falta de recursos para trabajar a que se enfrentan, pero sobre todo, la mayoría de la gente piensa que se debe al deseo de los médicos de ser enviados a alguna “misión” en el extranjero para poder viajar y resolver algunos problemas personales con el dinerito adicional y los artículos que traen al regresar.
No todos los médicos actúan así, pero sí son muchos los que lo hacen. Al menos, en la atención primaria de salud.