LA HABANA, Cuba, agosto, 173.203.82.38 –“Cuando compre una cabeza de puerco, te voy a regalar la lengua, que a mí no me gusta”.
Así le dijo Paquita a la China, y a esta se le hizo la boca agua, porque la lengua es una de sus vísceras preferidas y, como ella misma dice, hace tiempo que no se “empata” con una. Y como la que más le gusta -la de vaca-, no la vemos ni la veremos por un buen tiempo, se conforma con la de puerco.
Pero para su desgracia, la cabeza que compró Paquita no traía lengua.
-No me lo puedo explicar -le dijo esta a la China-, por más que busqué y pregunté, todas estaban iguales, sin lengua.
La China se desanimó bastante, pues se había hecho muchas ilusiones. Pero a los pocos días, un vecino le avisó que cerca de su casa estaban vendiendo bofes, una buena opción para darle al perro. “Ahora sí”, pensó, “si no venden la lengua con la cabeza, seguro viene con el bofe”.
Y pensando en matar dos pájaros de un tiro –alimentar a su perro y satisfacer su apetito- salió para el lugar indicado. Al llegar a la carnicería, sin embargo, resultó que había hecho el viaje por gusto. A esa hora -10 am- ya no quedaba nada. El carnicero le explicó que debía venir como a las siete o las ocho, porque la demanda era mucha y los bofes se acababan enseguida.
Al día siguiente, impulsada por las ganas de comer con gusto –algo que por acá no es muy frecuente-, la China se las arregló para llegar bien temprano a aquella carnicería, que por cierto no estaba tan cerca de su casa.
Lejos estaba de imaginarse que la aguardaba otra decepción. Había bofes, sí, pero sin lengua. La China no entendía nada: si no las venden en las cabezas, ni las venden con el bofe, ni las venden sueltas –pues hace años que ella no ve ninguna-, ¿qué fue de ellas?
Un amigo le sugirió que quizás las destinaban a los restaurantes, pero la China tiene la suerte de haber ido a no pocos, y no las ha visto en ningún menú. Sí recordó los días lejanos cuando en los centros gastronómicos (creados en sustitución de las fondas) servían lengua de vaca, o hasta “rabo encendido”, aquella cola de res con picante que a tantos gustaba, aunque entonces ambas se consideraran de las comidas más baratas.
Días de gloria comparados con los que corren, pues ahora en esa especie de fondas modernas no hay otra cosa que picadillo de soya o tortilla (a menudo verde de tan vieja).
“En resumen”, analizó la China saliendo de su ensueño, “seguiré con mi antojo hasta que resuelva este misterio. A lo mejor es que, sencillamente, a los carniceros les gusta la lengua más que a mí.”