CORRALILLO, Cuba, agosto, 173.203.82.38 -Digan lo que digan, en Cuba, el tema de la mujer lesbiana no goza del favor del gobierno, ni de sus instituciones. El trabajo expositivo que manifiesta Mariela Castro es muy envolvente, en lo referido a la sexualidad actual o postmodernista. Sin embargo, poco o nada se hace en la concreta contra la intolerancia y la indolencia de las organizaciones oficiales, muy especialmente las que debieran defender el lesbianismo.
Las orientaciones dadas y promulgadas por el Departamento de Divulgación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), también tiene su tapa de botella. Manifestado está en el caso de Ariela García Fonseca, que se hizo el propósito de que dicha organización la apoyara con la idea de fomentar una agrupación LGTB en un municipio de Santa Clara.
El alboroto que causó la llegada de la petición que hizo Ariela, por escrito, se elevaría hasta la Dirección Nacional de la FMC. Y después, hasta un lugar que ni ella misma sabía que existía. Una oficina con un confort elegantísimo, que por un momento, hizo olvidar a Ariela que se encontraba en La Habana, Cuba.
“Ya todo está hecho, se puede marchar…” Fue el parco comentario que vino desde un hombre muy bien vestido, que más bien a ella le pareció un actor de cine, y no un funcionario cubano.
Lo que esperaba Ariela, como le habían informado, era que sería atendida por una Comisión de Atención a la Población, para dar respuesta a casos similares a los de ella. Pero no vio tal comisión, sino la única oportunidad de salir de allí como se sale siempre de la mayoría de las situaciones de este tipo: en mal estado emocional, y muy abochornada.
Al volver a su municipio, Ariela se reunió con su grupo LGTB, y le explicó que: “Si nos impiden decidir quién nos gobierna, no vamos a permitir que por esta falta de confirmación oficial no hagamos de nuestra propuesta una realidad”. Y en su mismo lugar de residencia montaron, sin autorizo alguno, la administración. Decidida a tomar al toro por los cuernos, comenzó con reuniones de improvisación, charlas y exposiciones de renuncias, sacrificios y desastres por la que habían pasado ya muchas de las lesbianas invitadas a dichas reuniones, incluyéndose ella.
Pero muy pronto, en el pasado mes de julio, terminaron las reuniones de improvisación. El gobierno, al fin, se interesó por sus asuntos. Y en mala hora.
Desde la alegría del “Té de la Tarde” (actividad semanal del grupo), Ariela fue sacada de su propia casa, acusada de revoltosa y de desacato a las autoridades. Invadiéndola sin aviso y sin prudencia alguna, la policía del municipio practicó varios registros, hizo cacheos, incurrió en insultos y en abusos brutales a todos los reunidos, incluidos los padres de Ariela.
“Quieren destruir moral y mentalmente a todas nuestras asociaciones independientes”, aseguró ella cuando la trasladaban a la fuerza y a empujones para la cabecera de provincia.
Ahora, el caso de Ariela García es uno de los comentarios secretos más escuchados entre los allegados a El Mejunje (local de entretenimiento, “casi gay”, ubicado en la calle Marta Abreu, en la ciudad de Santa Clara), el cual, refugiado bajo un aspecto gubernamental, recibe a miles de homosexuales semanalmente. Un lugar que, por cierto, no escapa a la nociva influencia del ministerio del interior, que mantiene allí chivatos pagados dentro del mundo gay.
No obstante, la carta de Ariela, dirigida a la Federación de Mujeres Cubanas, ya anda de mano en mano dentro de El Mejunje, peleando como documento oficial que puede muy bien fraguarse dentro de muy poco como “Guerra Santa”, con el plan de pasar del discurso escrito a la acción.
Ojalá que se logre algún entendimiento con las fuerzas políticas, para que al menos se pueda conocer dónde tienen encerrada a Ariela desde hace más de una semana, cuando fue sacada a la fuerza de su propio hogar. Y ojalá que finalmente su carta anime al régimen para que suspenda este tipo de abuso que aún hoy practica contra los homosexuales, aunque sea usando la misma fachada de enmascaramiento que utiliza para todo lo demás.