LA HABANA, Cuba, abril 173.203.82.38 -Michael Novás, vecino de El Cotorro, en La Habana, fue sorprendido por el sms que le envió su mujer el sábado 16 de abril desde Valencia, España, donde vio por televisión las imágenes del “alucinante desfile” celebrado en la Plaza de la Revolución para celebrar el 50 aniversario del carácter socialista del gobierno de los Castro.
Cuenta que al sonar el móvil él disfrutaba la tercera parte del filme americano Piratas del Caribe, “más fascinante que los shows políticos montados de vez en cuando por la pandilla de seniles trasnochados que desgobiernan a Cuba”.
No quiso, sin embargo, contaminar la euforia de la dama con sus criterios contra tales espectáculos. “Ella me llamó media hora después para hacer catarsis sobre el acto. Sabe que nuestra dictadura revive los fantasmas del pasado y busca legitimidad con actos populistas, pero no pierde la capacidad de asombro; lo que más le preocupó son los adolescentes gritando consignas y los viejos hieráticos que presidieron el acto”.
Al igual que Michael, otros vecinos ajenos a las contorsiones retóricas sobre supuestas batallas y victorias, hablan con hastío acerca del desfile del 16 de abril y las formas de coacción para lograr la asistencia de millares de niños y adultos.
“A mi me quitaron el pago en divisa del mes por negarme a asistir a la Plaza por el centro de trabajo”, afirma Miguel, un entrenador deportivo de 42 años que regresó meses atrás de Venezuela. Agrega que “tanto la administración como el sindicato respondían ante el Partido por la movilización de la cuota de obreros asignadas”.
Ricardo L. P, ex directivo de Educación en Ciudad Habana, afirma: “jamás asistí a un desfile político en mis 63 años de vida, pero tenía que reunirme previamente con los cuadros municipales para bajarles la cantidad de participantes y asegurar el transporte y otros detalles…”.
Jorge Hernández, taxista desempleado de 59 años, asegura: “esto no cambia, es la misma cantaleta política de los años sesenta; mi hija mayor fue para conservar su empleo en la tienda Habaguanex donde labora; la menor pudo justificarse con un certificado médico”.
El artesano Orestes C. A piensa que “la mayoría de los asistentes a los desfiles no van por iniciativa propia, a casi todos lo citan por la escuela o el centro laboral. Hasta los funcionarios van por obligación. El caso de los militares y los “milicianos” es diferente; los oficiales gobiernan y organizan como si fueran dueños del país; los milicianos son como una guerrilla de zombis entrenados meses antes a cambio de promesas y prebendas por su fidelidad”.
Al preguntarle por el “alucinante desfile” a un colega de la prensa independiente, hace una mueca de fastidio y advierte: “es cuestión de imagen, el aparato de propaganda de los Castro necesita exhibir el supuesto apoyo del pueblo. Nuestro ejército no sirve para enfrentar a ningún enemigo externo, si no para amedrentar a los cubanos. El acto demuestra el anclaje en el pasado y la manipulación de las masas”.