LA HABANA, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -Hacía varios años que no veía a Martha, amiga de mi esposa y enferma de severas cardiopatías, agravadas desde el 10 de diciembre del 2009, fecha conmemorativa de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
De 57 años, divorciada, madre de un hijo y extremadamente pobre; había conseguido un empleo de guarda-parques en la Dirección Municipal de Comunales; cuidó los jardines de 15 y 16, Calzada y F, y en noviembre el jefe le encomendó la vigilancia del “parque Villalón”, sito en Calzada y D.
Ese 10 de diciembre, llegó antes de aclarar, se colgó el silbato, dio un breve rodeo y sentada en un banco esperó la hora de apagar las luces. Tras consultar el reloj, se puso de pie, caminó hacia el panel eléctrico; de súbito, a sus espaldas exclamaron: — ¡gusana, descará, desfondá!— atónita, vio como una turba de mujeres la envolvía gritándole improperios, Martha levantó los brazos diciendo: — ¡Soy la CVP del parque, estoy enferma del corazón, por favor no me hagan daño!—pero la porra, no pensaba ni escuchaba y la agredió.
La policía irrumpió para sacarla del tumulto, ella suplicaba que no la maltrataran; pidió asistencia médica, se sentía mal; pero sus clamores fueron apagados por obscenidades y exclamaciones de: — ¡pin, pon fuera, abajo la gusanera!—tras esposarla, la metieron en el patrullero, rogó que la escucharan, pero los guardias parecían sordos; la llevaron a la unidad policial de 21 y C y la metieron en un calabozo. Reducida a la oscuridad, el hedor de la ergástula y los bandazos de rejas, Martha permanecía estupefacta; creyó que su corazón no aguantaría más; rompió a llorar para desahogar su impotencia y pensó en su hijo, creyó no verle jamás.
Horas más tarde los guardias trajeron a una muchacha. Martha permanecía callada, sentía desconfianza; contradictoriamente la joven fue afable, se identificó como una opositora al régimen, comentó que había sido apresada por participar en una marcha pro-derechos humanos. Sollozando Martha le relató su desgracia, enseguida la “chica sin nombre” se solidarizó con ella, aferró sus manos a los barrotes, batuqueó las rejas con todas sus fuerzas y comenzó a vocear. Los carceleros no hacían caso, entonces, se quitó las ropas e intensificó los gritos— ¡asesinos, asesinos, van a matar a una mujer inocente!— los guardias tuvieron que atenderla, un oficial se trasladó al CDR, consultó a “los factores” (chivatos), aproximadamente a las 5:00 PM y tras pedirle disculpas, pusieron a Martha en libertad.
Martha me contó esta historia sentada en un salón del instituto cardiovascular; esgrimiendo un montón de recetas confesó ignorar el significado histórico del “10 de diciembre”, sin embargo, la fecha quedó grabada en su memoria, como el día que, las porras y los represores del régimen, se atribuyeron el derecho de ser inhumanos.