LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -El escritor y periodista británico Arthur Koestler fue un individuo extremadamente agudo y certero al analizar las causas que imposibilitaban reconocer en el autocrático régimen soviético la existencia del socialismo. Al final de uno de sus famosos textos, “Anatomía de un mito y otros ensayos”, publicado en Cuba allá en el lejano 1960, incorporó unas reflexiones bajo el título “Carta al camarada Blump”. Según una nota al pie de página, tal camarada fue una creación de Koestler para responder a otro personaje de la izquierda de entonces.
En dicha carta, Koestler expone los posibles tipos de sociedades que, según él, pueden existir. Y lo hace usando una fórmula simplificada, en la cual, en el campo de la Economía Política, la letra A representa el caos, y la B la economía dirigida, donde el capitalismo de estado es igual al socialismo de estado. En el campo de la política, el número 1 se identifica con la autocracia, y el 2 con la democracia.
Siguiendo dicha referencia, tenemos que la combinación A + 1 conduce a la forma clásica de la tiranía, y B + 1 al totalitarismo. Por su parte la combinación A+2 lleva a la plutocracia. Esas tres combinaciones han sido experimentadas por la sociedad en varias etapas de su historia. Sin embargo, la combinación B+2 todavía no ha sido probada, y, según Koestler, parece ser la más prometedora. pero no se puede obtener en un laboratorio, sino que será producto de un nuevo clima moral.
Más allá de esta especulación del célebre intelectual de origen húngaro, lo curioso es que ya en la década de los años cuarenta él afirmaba que, en términos económicos, tanto el capitalismo como el socialismo de estado eran lo mismo y que la diferencia entre ambos sólo puede hallarse en la estructura política del Estado.
En Cuba hay muchos ilusos que piensan que el inicio de reformas económicas al estilo chino llevará al país a un estado de prosperidad en todos los órdenes, así como a un cambio político radical. Lo primero que habría que destacar es que nuestra isla no posee los mismos recursos materiales y humanos que el gigante asiático. Además, las raíces de nuestra identidad son principalmente occidentales. Así que los experimentos sociales chinos no podrán aplicarse con éxito en Cuba, atendiendo a las marcadas diferencias culturales.
La prensa oficialista cubana elogia el auge económico de China, pero jamás habla del costo social y ecológico que ese avance ha provocado, ni de las rígidas normas de conducta que el gobierno asiático impone a sus ciudadanos, ni de las condiciones en que trabajan millones de trabajadores, ni de los míseros salarios que reciben, ni de los problemas que aún existen para vivir en zonas diferentes a las del lugar de nacimiento y cómo esto determina en el derecho de acceso a la salud.
El sueño de combinar el progreso social y económico con las libertades políticas, atrae por igual a hombres de izquierda y de derecha, aunque ambos términos ya resultan maniqueos y muchas veces sirven para camuflar la esencia de una posición política. Juan Pablo II dijo que el verdadero reto continuaba siendo hacer confluir en un estado de derecho el desarrollo económico y social, un ente donde todas las personas estuvieran protegidas y en igualdad de condiciones.
En el caso cubano, la vía de las reformas transita por la fórmula que identifica al totalitarismo. Por mucho bienestar económico que dicha fórmula produzca, su proyecto será inválido, porque faltará la libertad y ésta es el bien supremo del hombre.
Hacia esas enormes extensiones de libertad, más que a cualquier paliativo económico, es hacia donde desea ir hoy más que nunca el pueblo cubano. Que el partido comunista de Cuba no quiera aceptarlo es otra cosa. Como siempre ocurre, tarde o temprano la Historia le pasará la cuenta a todo lo que es anti natural.