LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -En octubre de 2009, el generalato cubano murió de envidia con la súper-parada militar en Beijing por el aniversario 60 de la instauración de la República Popular China. Supongo que alguno hasta pondría cara de chino al ver las tropas que marchaban a paso de ganso con la precisión de robots, a la sombra de las banderas rojas y los misiles de alcance intercontinental.
Qué mejor ocasión que la celebración ¡al fin! del VI Congreso del Partido Comunista que parecía eternamente aplazado y los 50 años de la batalla de Girón para escenificar la versión cubana (guardando las distancias) del súper-desfile militar de Beijing de hace casi dos años.
La ocasión amerita el desfile. No importa que haya que sacar de donde solo hay estudiantes y trabajadores que movilizar a la cañona, para tirar la casa por la ventana. Probablemente sea el último gustazo marcial que se dé la dirigencia histórica. Jugar a los soldaditos antes de inaugurar VI Congreso es casi como un último deseo.
Con los Lineamientos de Política Económica y Social cual si fueran las tablas de Moisés, la cúpula gobernante se apresta, con el desgano y la lentitud de los ancianos, a emprender las reformas -que ni siquiera se atreve a llamar así- para entrar definitivamente en el socialismo-fascista de mercado: una tímida apertura económica, timbiriches, inversiones extranjeras, maquiladoras, el ciberespacio rigurosamente controlado y nada de libertades políticas.
Y hasta hay unos cuantos cretinos con la esperanza ojalatera de que Cuba logrará prosperar si el mandarinato de acá, aunque no disponga de chinos, sigue la fórmula del socialismo de mercado de los mandarines de allá.
Para la elite que aspira a “perfeccionar” el socialismo verde olivo con mentalidad de bodeguero y algunos ingredientes del arroz frito según las recetas de los camaradas Deng Xiao Ping y Hua Guo Feng, lo principal, además de preservar a como dé lugar el poder absoluto del Partido Único, será el crecimiento económico y la inserción en el mercado mundial.
Con tanto general convertido en empresario y los tecnócratas pragmáticos que están loquitos por desideologizarse, el socialismo de mercado, donde no importa el color de los gatos siempre que cacen ratones, debe tener la boca hecha agua a muchos pejes gordos.
Pero, ¡cuidado! Para disciplinar a vagos, ladrones, dirigentes corruptos, empalagados con la miel del poder, los disidentes y los malagradecidos que agobian con sus quejas y reclamos a Papito Estado, ahí están los generales, ansiosos por exhibir sus hierros.
Ojala los mandarines de acá y sus generales no se tomen demasiado a pecho aquellos versos del camarada Mao: “La flor del ciruelo ama la nieve/ que se mueran de frío las moscas/ nada tiene de raro.”