LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -Acaba de celebrarse un aniversario más del Asalto al Palacio Presidencial de La Habana y a la emisora Radio Reloj, acontecimientos históricos que -como se sabe- tuvieron lugar el 13 de marzo de 1957. El suceso me trae remembranzas de aquella época lejana, cuando yo estudiaba bachillerato en el barrio capitalino de la Víbora.
Resulta ya usual en esa efeméride que el régimen totalitario cubano la recuerde. Uno de los modos predilectos es la retransmisión de lo radiado por la mencionada emisora mientras permaneció en ella el comando subversivo encabezado por el líder de la Federación Estudiantil Universitaria y del Directorio Revolucionario, José Antonio Echeverría. Esto incluye la arenga hecha por él.
Esta práctica me trae nuevos recuerdos, que corresponden a la época en que todavía yo podía ejercer la abogacía como miembro de los bufetes colectivos. Cada 13 de marzo, de manera indefectible, se suspendían por un rato las actividades laborales, y el rebaño de trabajadores era congregado para oír una vez más la dichosa grabación.
Al escuchar esa material, yo solía preguntarme a qué obedecía ese martilleo cadañal, máxime cuando Fidel Castro -en la Sierra Maestra al momento del as alto-y su organización -el Movimiento Revolucionario 26 de Julio-, no habían tenido nada que ver con aquella intentona.
La explicación es simple: En lo esencial, las palabras pronunciadas por Echeverría en aquella ocasión no reflejan la verdad. Él habló del ajusticiamiento del dictador Batista, que era el objetivo, pero que no fue alcanzado; también, por órdenes de aquellos revolucionarios, se transmitieron noticias del todo falsas acerca de un supuesto golpe militar en Columbia.
Por consiguiente, cuando los millones de trabajadores cubanos escuchan de nuevo la grabación, se repiten en su fuero interno que José Antonio y su gente mintieron al pueblo. Quien dio la orden de repetirla cada año puede considerar su acción como un acto, maquiavélico, sí, pero también de justicia poética, máxime cuando la intentona había estado dirigida a despojarlo del protagonismo antibatistiano que mantenía en la Sierra Maestra.
De paso, el régimen castrista, en su propaganda, sigue ninguneando el papel desempeñado en aquellos sucesos por la Organización Auténtica y otras entidades insurreccionales. Lo mismo pasa con grandes mártires de aquel día, como Carlos Gutiérrez Menoyo y Menelao Mora Morales. Las ediciones del Granma de los días 13 y 14 de marzo ni siquiera los mencionan.
No son ésas las únicas tergiversaciones de la verdad relacionadas con la fecha. Recuerdo que, cuando en 1970 comencé a trabajar como abogado de oficio en lo que entonces aún se llamaba Audiencia de La Habana, mis nuevos compañeros hicieron múltiples comentarios sobre el juicio por la muerte de José Antonio Echeverría, celebrado antes.
Se refirieron a la brillante actuación de la defensora de oficio y a las declaraciones veraces de los testigos presenciales —hermanos de lucha del joven mártir— sobre la forma en que tuvieron lugar los hechos. Quien resultaría el matador viajaba en un carro de patrulla (“perseguidora”, se les llamaba en aquella época), que pasó por esa calle del costado del complejo universitario de modo casual.
Fue José Antonio quien, con el ímpetu que lo caracterizaba, abrió fuego contra los agentes de la autoridad. Éstos se limitaron a responder, y en su mayoría optaron por no asomar las cabezas. En un momento de la refriega, Echeverría se abalanzó sobre el carro oficial, y al ver a quien lo habría de matar acostado en el piso del patrullero, introdujo la pistola que portaba por la ventanilla para ultimarlo. El policía disparó primero.
Ésa fue, a grandes rasgos, la versión reconocida por los mismos compañeros de esfuerzos del líder estudiantil. Sin embargo, el tribunal juzgador consideró los hechos como un supuesto asesinato, y así mismo lo sigue calificando la propaganda comunista cada vez que alude a aquel triste suceso, como hizo el Granma del miércoles 14.
Sí, la efeméride del 13 de marzo sigue brindándonos hasta hoy enseñanzas harto valiosas.