LA HABANA, Cuba, junio (173.203.82.38) – Se dice Elena Bonner, e inmediatamente pensamos en Andrei Sajarov. Dos eminentes defensores de los derechos humanos y símbolos de la lucha contra el totalitarismo del bloque soviético y el peligro inminente de una guerra nuclear.
Aunque las circunstancias comenzaron a cambiar a mediados de los años 80, hoy persiste el autoritarismo y la confrontación bélica en diversas formas y en muchos lugares del mundo. Lamentablemente, los cubanos hemos soportado 52 años de poder absoluto de un grupo, y nos encontramos en una etapa de probable tránsito, cuando estas dos recias personalidades pueden ser muy aleccionadoras.
La valerosa mujer falleció el 18 de junio, en Boston, a los 88 años. Nació en cuna de alcurnia bolchevique por su padre, un armenio criado en Tbilisi y líder revolucionario del Cáucaso, que llegó a miembro del Komintern (Tercera Internacional Comunista), pero fue purgado por Stalin y fusilado en 1938.
Su madre, revolucionaria, originaria de una familia judía de Siberia, había sido arrestada en 1937. Entonces la joven Elena se trasladó a Leningrado (San Petersburgo), y durante la II Guerra Mundial estuvo en el frente de batalla como teniente enfermera. Posteriormente se graduó de médico pediatra y en 1965 ingresó en el partido comunista, al que renunció en 1972. La invasión soviética a Checoslovaquia de 1968 la movió a reflexiones que condujeron a su acercamiento al proceso seguido contra los disidentes Tatiana Zaslavaia y Andrei Sajarov, en 1970. Se casó con Sajarov en 1972.
Sajarov (Moscú 1921-1989), físico que junto a Tamm elaboró la primera bomba de hidrógeno soviética, en 1961 se manifestó públicamente por la suspensión de las pruebas nucleares en la atmosfera. Conmocionó su ensayo “Ideas sobre el progreso, la coexistencia pacífica y la libertad intelectual” en 1968, que propugnaba el desarme nuclear, y en 1970 fundó el Comité para la Defensa de los Derechos Humanos en el que contó con la inspiración y el apoyo de Elena Bonner.
Mientras el régimen de la URSS procuraba desprestigiarlo, por su valentía en plena Guerra Fría y la gran represión a que fue sometido, recibió el Premio Nobel de la Paz en 1975, el cual recogió su esposa en Oslo. Se opuso a la invasión rusa a Afganistán y fue confinado a la ciudad de Gorki (actual Nizhni Novgorod) en los años 80.
Pero la Unión Soviética estaba aquejada por la crisis evidente de su carcomido sistema, con caída en el crecimiento económico y el nivel de vida, aumento de la inflación y la deuda externa, escasez de alimentos y otros productos, que ocasionó protestas populares, depauperación moral, apreciable en el elevadísimo índice de alcoholismo, entre otros aspectos. Esto provocó las confrontaciones soterradas en el ocaso de la era Brezhnev entre los inmovilistas, ancianos con varios decenios en el poder, y mentes más abiertas, conscientes de que el país se estaba quedando atrás, que pronto dejaría de ser la segunda gran potencia y que el pueblo estaba harto de sacrificios en nombre de una revolución y una gran guerra patria que ya no podían invocarse para justificar los desmanes, la incompetencia y la represión.
En 1985, Mijail Gorbachov llegó a Secretario General del PCUS, y junto a otros dirigentes, comenzó los esfuerzos por modernizar. Uno de los primeros gestos de apertura fue la llamada telefónica a Andrei Sajarov, su liberación y traslado, de Gorki a Moscú, en 1986. Liberaron a los prisioneros disidentes y la mayoría se constituyó en fuerza de la sociedad civil emergente.
En diciembre de 1989 falleció el gran hombre, poco después de haber sido elegido miembro del Congreso de Diputados del Pueblo (Duma o parlamento). Afortunadamente no presenció el auge oportunista de Boris Yelsin. Elena Bonner continuó su vida comprometida con la defensa de los derechos humanos en Rusia y el mundo. En 2010 suscribió el manifiesto “Putin debe irse”; evidentemente motivada por el neo-autoritarismo desarrollado por el ex coronel de la KGB.
Para los cubanos, la pérdida de estas dos ejemplares personalidades no debe ser solo motivo para el homenaje, sino de encuentro con sus sacrificios e ideas, y meditación sobre las complejidades del mundo en que vivieron. Sería absurdo copiar, aunque sí necesario analizar las similitudes de los problemas, y cómo las decisiones erradas y los intereses personales pueden lesionar el curso.
En Cuba transcurren circunstancias propicias para el cambio real hacia el ejercicio de los derechos de cada ciudadano, sacar a nuestro país de la crisis general y enfocarlo hacia el progreso. Lo que ocurra dependerá de la voluntad y los esfuerzos de todos.