PINAR DEL RÍO, Cuba, mayo (173.203.82.38) – Los tres, una niña y dos varones, se mantenían alejados de los que jugaban en el parque. Me acerqué.
-¿Ustedes no juegan?
-Estamos aburridos de lo mismo –respondió la niña.
Dije, bromeando:
-Parece que tus amigos son mudos.
-No es eso. Ya ella le dijo lo que pasa –indicó uno, de cabellos castaños, delgado. Vestía pantalón corto y calzaba sandalias. El otro era rubio, y a diferencia del amigo, llevaba zapatos y short blanco. La muchacha había dejado en el suelo sus chancletas, lo mismo el de pelo castaño.
Cuando se inició la conversación supe que estudiaban en la escuela secundaria.
-¿Qué carrera piensas escoger? -pregunté al rubio, que se identificó como René.
-Te mataron con esa pregunta- expresó la muchachita soltando una carcajada.
-No me mató nada; no me da pena decir lo que quiero ser cuando crezca –hizo una pausa y me miró buscando apoyo. Bajó la cabeza y empezó a jugar con la punta del pie en la tierra.
-Cuando sea grande me gustaría estudiar cualquier carrera que sirviera para viajar y traer bastantes cosas para mis padres y para mí. No tengo hermanos, me será más fácil que a ellos dos –dijo señalando a sus amigos.
Marisleydis, la chica, interrumpió, risueña y gesticulando:
-Te equivocas, nené, para mí será más fácil que para ti. Voy a ser modelo y viajaré más que ustedes dos; además, cuando salga no pienso volver, mantendré a mi familia desde el extranjero.
Reparé entonces en el que no había hablado. El rubio lo miró.
-Él está más apurado. Se llama Marcos, y no quiere esperar a crecer.
-¿Es cierto lo que dice tu amigo, que no quieres esperar a crecer?
-Ojalá pudiera irme ahora mismo –dijo- para donde está mi padre. Vive en Estados Unidos desde que yo era chiquito. Allí se está mil veces mejor que aquí. Él dice que cuando yo sea grande me va a reclamar, pero para eso falta mucho todavía.
Me despedí de los muchachos con un pensamiento dándome vueltas. Al ritmo que vamos, esta será una isla gobernada y habitada, sólo por viejos.