LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 -En medio de grandes expectativas de la población, interesadísima en ese tema que considera vital, el principal canal de la Televisión Cubana transmitió el pasado jueves, en horario estelar, un programa especial dedicado a los cambios introducidos por las autoridades castristas en el régimen migratorio de las personas residentes en el país.
El alto nivel de los comparecientes, entre los que se encontraban el secretario del Consejo de Estado, señor Homero Acosta, y la ministra de Justicia María Esther Reus, permiten catalogar esta emisión televisiva como una información oficial del gobierno, la cual bien amerita ser cubierta.
En lo fundamental, debo reiterar lo que ya expresé en mi artículo “Avatares migratorios”, publicado por Cubanet el miércoles 17: Las reformas introducidas por el reciente Decreto-Ley 302 son favorables para la gran mayoría de los cubanos residentes en el Archipiélago; es decir, para aquellos a quienes las autoridades no les prohíben viajar: Se trata del 99,4 por ciento, según datos brindados en el mismo Programa Especial.
Uno de los propósitos obvios de la emisión televisiva fue justamente el de transmitir la idea de que sólo una exigua minoría es afectada por las medidas discriminatorias del gobierno, que impide salir del país a determinadas categorías de personas. Aquí cabría repetir las palabras del genial cómico mexicano Cantinflas: “¡Ahí está el detalle!”
Es común que quienes sufren arbitrariedades como ésas constituyan una cantidad relativamente pequeña de personas. Un ejemplo: en los últimos años, el número de presos políticos en Cuba no suele exceder de algunas veintenas. ¿Significa eso que debe aceptarse la enormidad de que en pleno Siglo XXI un gobierno mantenga cautivos a parte de sus ciudadanos —¡aunque fuese uno solo!— por pensar diferente y decirlo!
De manera análoga, ese 0,6 por ciento de cubanos al que, según las cifras oficiales, se le impidió viajar, constituyen la prueba evidente de la violación institucionalizada de los derechos humanos internacionalmente reconocidos, por parte del régimen de La Habana. En este caso específico, estamos hablando del artículo 13 de la Declaración Universal.
Hubo en el Programa Especial un aspecto que deseo destacar: el interés marcado y evidente de los castristas en potenciar estos temas como una faceta más del diferendo con los Estados Unidos. No en balde el plazo de 24 meses que ahora podrán estar en el extranjero los que realicen una “salida temporal”, parece diseñado para permitir a quienes así lo deseen permanecer en el país del Norte durante el año que se requiere para obtener la residencia permanente al amparo de la Ley de Ajuste Cubano.
En la emisión televisiva estuvo presente la subdirectora de América del Norte de la cancillería isleña, Johana Tablada. Es cierto que el grueso de nuestros exiliados radica en los Estados Unidos, ¿pero acaso no hay también muchos cubanos en España o Venezuela! El número de compatriotas nuestros que han optado por hacerse ciudadanos de la Madre Patria se cuenta en cientos de miles. ¿Entonces por qué el único país extranjero mencionado fue Estados Unidos! ¡Parece una manía de esta gente!
La utilización de los temas migratorios contra el país norteño tuvo otra faceta más: la alta funcionaria del Ministerio de Relaciones Exteriores expresó con gran desparpajo que, en caso de triunfar en las cercanas elecciones el candidato republicano Mitt Romney, ello implicaría dificultades de todo género para los cubanos que deseen cruzar el Estrecho de la Florida.
Se trata de una maniobra burda para tratar de influir en los resultados de esos comicios. No se olvide que ya una vez, en 2000, los nacidos en nuestro país fueron decisivos para la victoria del candidato republicano, precisamente en el Estado de Florida, donde se encuentran Miami y Hialeah; la entrañable Sagüesera, no sólo es peninsular, sino también pendular, y Florida es quizás el más importante de los territorios norteños en los que el electorado permanece hoy indeciso.
Reza el dicho popular: A los gatos no les gusta que los arañen. De igual manera, los castristas, siempre tan dispuestos a condenar con virulencia cualquier cosa que ellos declaren ser una injerencia en los asuntos internos cubanos (y ya se sabe que tienen una epidermis bastante fina para esas cosas), no vacilan en entrometerse de modo grosero en las cuestiones propias de países extranjeros cuando así conviene a sus intereses. Es evidente que ahora desean hacer todo lo que esté a su alcance para evitar que llegue a la Casa Blanca un dirigente que les apriete las clavijas.