LA HABANA, Cuba, julio, 173.203.82.38 -Cuenta mi tía que cuando llegó a los Estados Unidos, la primera invitación que le hicieron fue ir de compras. En la entrada del centro comercial, la fuerza de la costumbre la impulsó a preguntar dónde se encontraba el Guardabolsos, para dejar la cartera antes de entrar a la tienda.
Es que en Cuba no se concibe un centro comercial si no tiene un guardabolsos, con empleados siempre molestos y desatentos. Este puesto de trabajo irrita a quienes lo cubren, porque no permite que el empleado lucre, como en los demás departamentos de la tienda. Es el rincón dispuesto para los dependientes sancionados.
Los guardabolsos se distinguen por las demoradas colas de sus usuarios. Estas colas pueden dilatar la compra de una simple botella de aceite. Quince minutos para entregar el bolso, cinco para comprar, y otros quince para la recogida del bolso.
Durante el tiempo de custodia de las pertenencias, el cliente transita sin el carné de identidad, pues debe dejarlo en calidad de depósito hasta recoger sus propiedades. Como la entrega en recaudo del documento de identidad es una contravención, algunas tiendas entregan chapillas por las que, en caso de pérdida, el cliente debe pagar 12.00 pesos, eqivalentes a poco más de 50 centavos de dolar.
Sobre la garantía y posibilidades de custodia de las pertenencias del cliente, están bien aclaradas en todos los guardabolsos. Las administraciones de las tiendas no se responsabilizan por la pérdida de objetos de valor o dinero. No se aceptan productos agrícolas, comestibles y otros muchos, lógicos de un día de compra, como los de limpieza.
Salir de compra sin bolso o cartera fue por corto tiempo la solución para evitar demoras o encuentros con empleados enfurecidos. Parecía que una vez más el pueblo había sorteado los absurdos del gobierno, pero la desconfianza de las autoridades superó el talento de los cubanos para resolver los problemas. Se prohibió la entrada a las tiendas con las compras efectuadas en otro centro comercial, aún cuando se muestre el recibo de pago.
Los guardabolsos son el resultado de la idea que los dirigentes del país tienen del pueblo: todos somos rateros. Para complementar esta opinión, todas las tiendas abren solamente una puerta estrecha, para la entrada, y otra similar para la salida, con el objetivo de que solo transite una persona a la vez.
En la entrada, uno o dos dependientes vigilan que nadie entre con carteras o bolsos. En la salida, dos o tres empleados registran las compras de los clientes y verifican los recibos. La idea ha calado tanto en los cubanos que muchos abren sus bolsas antes de llegar a la puerta para demostrar inocencia. Otros, sin bolsas de compras, suben las manos para ser registrados.
A pesar del sistema de cámaras de vigilancia en los centros comerciales, y de los guardias de seguridad, el estilo represivo y desconfiado del gobierno está latente. Privar a una persona de sus pertenencias para entrar a una tienda, o registrarla a la salida del mercado es un humillante acto acusatorio. Aunque debo admitir que la presunción del gobierno tiene su lógica. Quien ha pasado más de medio siglo robando al pueblo, es natural que vea ladrones hasta en sus propias víctimas.