LA HABANA, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -Una secuencia de declaraciones críticas de destacados artistas cubanos ocurre últimamente, demostrativa de que los tiempos están cambiando. Cuando dolía que el pintor Pedro Pablo Oliva y el gran cantautor Pablo Milanés hubieran quedado solos tras haber expresado abiertamente sus opiniones, parece que ha comenzado a terminar la larguísima época cuando disponer de la libertad de expresión condenaba a vivir como no persona en Cuba.
A principios de noviembre se pudo leer en el blog de Eduardo del Llano su denuncia contra el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano por rechazar su opera prima “Vinci”, a pesar de haber sido producida e inscrita en el mismo por el ICAIC, y cuya exhibición en los cines está programada para el 13 de enero próximo, mientras el último corto de su personaje Nicanor, llamado Exit, pasaría en la sección Hecho en Cuba, que solo garantiza una exhibición, pero no da derecho a competir. En respuesta a su queja la Comisión de Selección respondió que “la decisión de que tu filme Vinci no haya sido seleccionado para competir en el Festival, no obedece a valoraciones artísticas ni de otra índole, sino temáticas…pero (ante su reclamo) ha decidido excepcionalmente incluir en la sección Panorama Latinoamericano, tu filme Vinci”. A esto el autor contestó: “No quiero favores. No quiero participar en este Festival de otra manera que no sea compitiendo, de igual a igual, con el resto de la producción latinoamericana”. Sobre esta situación Alfredo Guevara, presidente del evento, apoyo la decisión, según reportó la agencia EFE.
Unos 10 días después, el conocido cineasta Enrique Colina anunció que retiraba su documental “Los bolos en Cuba y una eterna amistad”, ya que no fue seleccionado para competir, sino para la sección Hecho en Cuba bajo la explicación de ser demasiado largo y haber muchos documentales, informó Diario de Cuba. Colina señaló que indagó si podía existir alguna razón política y la respuesta fue negativa; y argumentó que debe escogerse por consideraciones estéticas, de forma y contenido, serias y no superficiales. La obra trata sobre como los cubanos rememoran la presencia soviética en la isla.
Estos sucesos llevan a recordar los muchos años en que filmes considerados políticamente incorrectos se enclaustraban en el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica, sus creadores eran marginados y los actores podían sufrir igual suerte. Hablar acerca de esos casos era un delito similar, por lo que se mantenía un secreto cómplice. Pasado mucho tiempo, algunos se han exhibido en reducidas proyecciones como para calmar las conciencias o dar sensación de apertura. Pero los hechos y las obras permanecen ocultos para la mayoría de la población.
Aunque en Cuba no se publican las ocasionales declaraciones de los artistas en los controlados y únicos medios oficiales, se esparcen rápidamente llevadas por la caliente brisa caribeña, sobre todo si tienen la novedad de la inusual denuncia, que cada día alcanza mayor aprecio. Sería más fructífero que se propiciara el debate público, ya que la transparencia ayudaría a todos.