LA HABANA, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -La imagen arrolladora del revolucionario duro –versión moderna de los sans cullotes de la Comuna Francesa- fue impuesta, hábilmente montada por el régimen de Cuba, al tomar el poder en 1959, e implantar el autoritarismo con demoledores golpes contra la nación. Así creó la leyenda del Hombre Nuevo, espartano, heroico, fiel hasta la muerte, con consignas apocalípticas como la de Patria o Muerte.
Esta masculinidad, homofóbica desde los días de la guerrilla, vino representada en viriles barbudos de pelo largo, que vestían cualquier ropa por uniforme, y por una atmósfera de improvisación, abandono, desorden y mucha prepotencia machista, que se convertiría en política oficial, la misma que más tarde condujo a campos de concentración a miles de homosexuales, religiosos, desafectos políticos y jóvenes despectivamente etiquetados como “niños bitongos”, por descender de los despojados ricos.
La estampa guerrillera quedó patentizada en dirigentes desaliñados, con uniforme militar y bolsillos rebosantes de documentos y tabacos. Fidel Castro y Ernesto Guevara, paradigmas de la leyenda, se exhibieron en la Asamblea General de Naciones Unidas y en otros foros internacionales enfundados en sus uniformes verde olivo de campaña, para revalidar el ícono de campeones y atraer a ingenuos, tanto en los países tercermundistas como en la culta y civilizada Europa.
Castro causó revuelo cuando apareció en traje elegante en uno de esos eventos. Sobre el insólito suceso comentó que el traje era prestado porque no tenía ninguno. El suyo lo dejó en México, al partir para Cuba, en 1956.
La imagen de hombres duros sirvió para enviar tropas cubana a Angola y a otros lejanos países. En una época, los graduados universitarios para recibir sus títulos, tenían que vencer el fatigoso ascenso al pico Turquino, el más alto de Cuba.
Masculinidad para gobernar hasta en detalles tan nimios como bautizar a Santiago de Cuba con el título honorífico de Ciudad Héroe, pero no Ciudad Heroína.
Sin embargo, la imagen cincelada del Hombre Nuevo se ha desmoronando. Aquellos jóvenes, hoy de la tercera edad, miran escépticos y decepcionados el carnaval revolucionario, mientras oleadas de niños que crecieron repitiendo la consigna “Seremos como el Che”, se identifican ahora como jóvenes VIP (Very important Person), una etiqueta que comenzó a usarse en 1940 para designar a relevantes empresarios, gobernantes, políticos, artistas, científicos, especialmente protegidos y atendidos en zonas reservadas.
Lo curioso es que estos chicos y chicas, autodemominados VIP, de la nueva Cuba ven con desdeño trabajar o estudiar. La distinción para ellos es estar a la moda, tatuarse, disfrutar de fiestas, discotecas, espacios propios… Se creen merecedores de privilegios, de lujos, prebendas, desprecian imposiciones del gobierno. Para ser VIP (según los erróneos conceptos de estos pobres compatriotas) hay que tener y mantener un teléfono móvil, usar tenis de marca, pulóver con calcomanías de famosos o de ciudades extranjeras, fumar cigarrillos americanos –o cuando menos de la marca Hollywood, cubano-brasilera), participar de fiestas house, pagar en CUC todos sus gastos, beber cerveza Cristal y vestir como ellos entienden que deben vestir los VIP.
Claro que vivir a lo VIP (incluso, según el equivocado concepto de estos jóvenes) demanda mucho dinero. No es problema para hijos de los nuevos ricos: ministros, gerentes, funcionarios, malversadores del Estado, neo-cuentapropistas exitosos. Pero crea serios problemas entre adolescentes y jóvenes que no pueden costearse el alto precio de ser un mísero VIP cubano, entonces buscan la solución en prostituirse o delinquir:, robo, estafa, re-ventas, juegos ilícitos.
Se habla de varias generaciones perdidas del Hombre Nuevo, y parece insinuado en las recomendaciones del ex guerrillero Machado Ventura, de 82 años, Primer Vicepresidente cubano, en reciente reunión del Comité Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas. Allí, Machado Ventura, recomendó que para aumentar la membresía de la organización comunista, la solución era “No buscar, como sucede en ocasiones, una ejemplaridad máxima, muy difícil de encontrar”. En otras palabras, olvidarse del Hombre Nuevo y agarrar lo que aparezca.