LA HABANA, Cuba, junio, www.cubanet.org -Por estos días, muchos cubanos ríen en los cines con Se vende, la película de humor negro dirigida y protagonizada por Jorge Perugorría que ganó un premio Coral en el pasado Festival del Nuevo Cine Latinoamericano.
Llama la atención el éxito de público . No todas las personas tienen estómago para asimilar el humor negro, y menos en Cuba, donde -empezando por los líderes del “viejo gobierno de difuntos y flores”- la necrofilia llega a veces a extremos aberrantes. Sucede que nos hemos habituado a burlarnos de nuestros males, particularmente de los que más nos duelen, lo que implica una fuerte dosis de masoquismo en la psiquis nacional.
Salvando las distancias, Se vende viene a ser –el director no oculta las influencias ni disimula los guiños- el equivalente en la segunda década del siglo XXI de La muerte de un burócrata, de Tomás Gutiérrez Alea. Solo que medio siglo después, cuando se trata de “actualizar” un sistema que hace agua por doquier, los males de los que se burlaba Titón, como el papeleo y el peloteo en los trámites necrológicos, en vez de resolverse, se han agudizado.
Todo el que haya estado en una exhumación en el Cementerio de Colón ha presenciado espectáculos escalofriantes… Pero no hablo solo de la indolencia y la falta de sensibilidad. Se sabe del saqueo de las tumbas por sepultureros desaprensivos o por delincuentes que los sobornan para que los dejen hacer y deshacer. Lo mismo roban los cristales de los ataúdes y las jardineras de granito que los zapatos y los dientes de oro de los difuntos. O peor aún: los huesos –especialmente de chinos, los más cotizados- con destino a las ngangas de los mayomberos.
Se vende es una película cruel. En muchos sentidos. Nácar, la protagonista, acuciada por la falta de dinero, se ve obligada no solo a vender el panteón de la familia, sino también los huesos de sus padres. Lo peor es que tiene que ajustar cuentas póstumamente con ellos, con los valores que le trataron de inculcar y que evidentemente, ante tanto desastre, ya no valen de mucho…Más triste que la soñada escena del desayuno en la mesa familiar, resulta la también onírica y desdibujada escena dominguera del Zoológico, los cucuruchos de maní, los niños con las ropitas almidonadas, el papá vestido de safari, la música rusa por los altoparlantes, el mono Pancho emberrenchinado que tira mierda a sus admiradores, los globos que escapan al cielo, los sueños que se fueron a bolina…
¿Qué les pareció como Mario Balmaseda volvió a personificar a Lenin, quiero decir, a la momia de Vladimir Ilich, y ya que no lo pudieron deshuesar debido a la solidez de sus principios que partía los cuchillos, terminó en un performance, como símbolo redivivo del realismo socialista? ¿Se rió mucho? Yo también. Pero como me pasa últimamente con muchas películas cubanas, Se vende, más que divertirme, me deprimió. Me hizo sentir la peor de las lástimas: la que sentimos por nosotros mismos y que ya no sabemos ni tenemos cómo disimular.
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