LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -Después de que la televisión ajustara la programación de sus cinco canales con vistas a hacer más atractivas sus ofertas, sobre todo los fines de semana, cuando muchas personas tienen en la pequeña pantalla el único entretenimiento, el canal Cubavisión comenzó a transmitir los domingos en la noche el programa “Un bolero para Ignacio”.
Intentaba rescatar un género musical de gran tradición entre nosotros, pero que últimamente se ha visto relegado por el auge de la música bailable, la balada y el reguetón, entre otros. No hay que olvidar que Cuba, en contrapunteo con los criterios de mexicanos y puertorriqueños, se atribuye la paternidad del bolero.
El programa era conducido por el humorista Rigoberto Ferrera, una figura de innegable aceptación, más conocido en el mundo del teatro. Y he ahí, precisamente, donde surgió la primera crítica: ¿por qué ubicar como conductor de un programa serio a alguien que solo se dedicaba a hacer reír al público. Sin embargo, es poco probable que semejante cuestionamiento haya determinado la desaparición de “Un bolero para Ignacio”. Una desaparición que, como casi siempre sucede en Cuba, ha transcurrido misteriosamente, sin explicación a los televidentes.
Cada domingo, acudían al programa los cantantes que cultivan actualmente el bolero, los cuales, además de sus interpretaciones, ofrecían información acerca de sus trayectorias artísticas. Y ya al final de cada transmisión, Ferrera accionaba una victrola, a la usanza de las bodegas y bares cubanos anteriores a 1959, y se escuchaban las voces de Blanca Rosa Gil, Orlando Contreras, y Orlando Vallejo, entre otros.
La mayoría de estos artistas dejaron el país tras la llegada de Fidel Castro al poder, y estuvieron totalmente prohibidos durante casi tres décadas. En los años 90, en el contexto de una cautelosa apertura cultural, comenzaron a ser escuchados nuevamente, sobre todo en las discotecas que, al estilo de la que ofrece la emisora Radio Progreso, se dedican a rememorar el ayer. Es verdad que Ferrera nunca daba a conocer los nombres de los cantantes de la victrola; sin embargo, era inevitable que resaltara la enorme diferencia entre estos y los actuales intérpretes cubanos.
¿Por qué los boleristas formados por la revolución no son ni la chancleta de los que surgieron en la Cuba republicana? Tal vez, al no poder responder cabalmente a esa interrogante, los directivos de la televisión cubana, o aun sus superiores, la cúpula de la cultura oficialista, haya optado por recurrir a un recurso en el que sí son verdaderos artífices: la prohibición.
Con la eliminación de “Un bolero para Ignacio”, la televisión cubana pierde una buena oportunidad de amenizar las monótonas noches dominicales del canal Cubavisión. Ahora ese espacio quizás sea cubierto con canciones de contenido social por algún intérprete de la nueva trova, o determinada actividad con música bailable en saludo a una efeméride afín al castrismo.
Ah, y eso de tratar de competir con la bolerística mexicana o puertorriqueña, ni hablar. Tendrían que surgir, por ejemplo, intérpretes que exhiban la calidad vocal y la pasión de Blanca Rosa Gil cuando cantaba “Quiero hablar contigo”, de la autoría de Carlos Puebla.