LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -De los años finales del dominio español en Cuba, en plena Guerra de Independencia, se conoce la anécdota relacionada con la tardía aprobación de las reformas políticas en el Archipiélago. El Presidente del Gobierno de la Madre Patria, al acudir a recoger la firma de la Reina Regente, escuchó de ella lo siguiente: “Me dicen que con la autonomía se pierde Cuba”. A esto siguió el melancólico comentario del político: “¡Ay, señora, más perdida de lo que está…!”.
Esta evocación la provoca, con motivo de la situación actual en Siria, el sorprendente título de un artículo publicado en el más reciente número del semanario Orbe, el cual está consagrado a la profunda crisis en ese país del Cercano Oriente: “Liga Árabe apuesta por incendiar a Siria”. Aquí cabría parafrasear a Cánovas del Castillo: “¡Ay, gacetillero castrista, más incendiada de lo que está…!”.
Los socialistas carnívoros de todo pelaje -ya sean del siglo XXI o del XX- han convertido en una especie de artículo de fe su defensa de ciertos regímenes autoritarios, aunque las políticas e ideología de éstos los alejen de los prejuicios que ellos mismos abrigan. Buen ejemplo es el apoyo a ultranza que brindan al actual Irán y a sus ayatolas fundamentalistas y misóginos, que mantienen -¡a estas alturas de la historia!- un gobierno teocrático.
El criterio esencial que manejan esos extremistas de izquierdas, la brújula que los orienta, es la medida en que el sistema en cuestión se enfrente a los Estados Unidos. Puede tratarse de regímenes belicistas como la monarquía con títulos de república de Norcorea -que ya desató una guerra terrible y ahora parece desear otra-, o la tiranía que encabezaba en Libia el coronel Gadafi. La oposición a nuestros vecinos del Norte hace perdonar cualquier barbaridad que esos gobiernos realicen.
En el caso de Siria, donde también impera un régimen dinástico, ante los ojos de esos socialistas la política dirigida contra Norteamérica -y también contra su aliada Israel- sirve de justificación a todos los desafueros que la estirpe de los El Assad ha perpetrado durante cuatro decenios contra su propia nación.
Y lo que es más: cuando el pueblo martirizado se levanta por fin contra tanto abuso y tamaña ignominia, a los luchadores por la libertad se les asigna, de manera inapelable, el sobrenombre de “mercenarios”. Aunque los menos exaltados entre los periodistas pro-gobierno sirio ya han echado a un lado esta infamante denominación. Hasta Hisham Wannús, corresponsal de TeleSur, prefiere ahora hablar de “bandas armadas”.
Sin embargo, el colega Luis Brizuela, autor del artículo de marras, vuelve a las andadas, al referirse al “envío de armas y mercenarios a la nación levantina”. Pero él reconoce de manera tácita lo absurdo de su propio titular cuando, hablando de la guerra civil, expresa que “tras dos años muestra escalofriantes índices de heridos, muertos, desplazados y destrucción de su infraestructura difícil de contabilizar y describir”. O sea, que reconoce que el incendio ya está allí.
Al mismo tiempo, el informador oficialista muestra buenas dosis de triunfalismo, al señalar que “el Ejército Árabe Sirio asesta duros golpes a la llamada insurgencia y retorna, poco a poco, el control de zonas de la nación”. Olvida -o no quiere ver- que esos avances de los parciales de El Assad se han visto contrarrestados por ofensivas de signo contrario.
Mientras tanto, Brizuela acusa a “la mayoría de los jefes de Estado y de Gobierno árabes” -en realidad, todos, excepto el del Líbano- de defender “la entrega de armas a la llamada insurgencia” y de reconocer a “la Coalición Nacional de las Fuerzas de la Revolución y la Oposición… como único representante legítimo del pueblo sirio”.
Sólo podemos congratularnos de que todos esos países hermanos apoyen así a quienes se enfrentan al régimen tiránico de Bashar El Assad. No para “incendiar a Siria”, como escribe el corresponsal, sino para ayudar a su sufrido pueblo a salir de la situación trágica en que lo han metido el inmovilismo y la represión oficialistas.