LA HABANA, Cuba, enero, 173.203.82.38 -En 2008, cuando se celebró por primera vez en Cuba el Día mundial contra la Homofobia (17 de mayo), a muchos les pareció espectacular ver a Mariela, la hija del dictador cubano Raúl Castro, de la mano de un grupo de homosexuales y transexuales que la coronaron, a partir de entonces, como su “hada madrina”. Sobre todo los transexuales, quienes, más adelante, se verían recompensados con cirugías gratuitas de reasignación genital.
Lo que no imaginaban aquellos que quedaron atrapados (y engañados) por la sonrisa de Mariela Castro, era que ese día, lejos de comenzar algún cambio democrático a favor de una minoría discriminada y maltratada por el gobierno durante décadas, lo que comenzaba a orquestarse era (como ya lo nombró alguien) un “transformismo politico”, cuyo verdadero objetivo era darle un rostro más tolerante y moderno al régimen de la Isla.
Hoy, la homofóbica dictadura cubana intenta, mediante las artimañas de Mariela, hacer creer al mundo que no sólo ha rectificado la política de horror que le llevó a perseguir, enviar a campos de concentración, humillar y maltratar bárbaramente a los homosexuales, sino que además trabaja sinceramente por lograr la igualdad y el reconocimiento de esta minoría sexual.
Pero como el mono, aunque se vista de seda, mono queda, ni las politiqueras maniobras del CENESEX (Centro Nacional de Educación Sexual), que a decir del desaparecido Rufo Caballero, “es la institución que encabeza las fuerzas democráticas de una Cuba abierta al cambio”, logrará cambiar la imagen, y mucho menos las mentes obtusas de los octogenarios que gobiernan la Isla.
Ya quedó demostrado en el pasado período ordinario de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, donde ni por equivocación se discutió el anteproyecto de ley del código de familia, que contenía algún tipo de amparo jurídico para los derechos de las parejas homosexuales. Con la mayor desfachatez, este gobierno, que algunos ilusos creen que comienza a ser tolerante, incumplió con el programa legislativo que, a decir de la Ministra de Justicia de Cuba, comprendía la discusión del nuevo código familiar.
Ahora surge otro rayo de esperanza entre los que todavía creen en Mariela Castro (muchos ya han desertado de su comparsa). La sexóloga ha sido nominada como diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular. Claro que el hecho de que esté propuesta para escalar un peldaño en el gobierno resulta interesante. Y no por ser la hija de su padre, sino por ser una ¿activista? LGBT.
Si yo no tuviera la certeza de que Mariela Castro, lejos de interesarse verdaderamente por las lesbianas, los gays, los bisexuales y transgéneros cubanos, lo que ha hecho es situarse de manera oportunista al lado de una minoría vulnerable y tan necesitada de derechos, vería esta ascensión de ella como una buena oportunidad para el colectivo LGBT en Cuba.
Es indiscutible que, en otros países, la existencia en el gobierno de personas o activistas gays ha sido muy favorable para nuestra lucha. Pero no nos engañemos. Mariela sólo utilizará el poder político que sin dudas irá ganando, para reforzar las ideas totalitarias de su familia. Puedo ya imaginarla en el Parlamento, parafraseando a Fidel Castro en sus famosas “palabras a los intelectuales”, para gritarle al colectivo LGBT desde su trono: “Dentro de mi revolución sexual, todo; fuera de mi revolución sexual, nada”.
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