LA HABANA, Cuba, junio, www.cubanet.org -Si de congresos se trata, Cuba exhibe una peculiaridad: abundan en lo cuantitativo, pero son de escasa trascendencia en lo cualitativo. Por ese cauce transcurrió el recién finalizado VIII Congreso de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU). Después de analizar la Declaración Final del evento, el discurso de clausura de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, así como las intervenciones de los participantes, podríamos acudir a una frase recurrente que sintetiza el inmovilismo de nuestra sociedad: fue más de lo mismo.
La primera tarea de los estudiantes universitarios, según la Declaración Final, es la defensa del proceso “martiano, marxista-leninista, socialista y antiimperialista” que tiene lugar en la isla, con lo cual se reafirma el carácter excluyente de las universidades cubanas: son solo para los revolucionarios; es decir, para los simpatizantes del castrismo. Entonces, ¿y en qué lugar queda el estudio? Evidentemente, en un segundo plano.
El Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, por su parte, pronunció una arenga de profundo contenido político, en la que llamó al estudiantado a identificarse más con la revolución, al extremo de expresar que las universidades deben ser centros de combate contra la subversión. En otra parte de su discurso, Díaz-Canel declaró que “el conocimiento de la Historia es la base del modelo de educación superior cubana”. Desde luego, se refiere a la interpretación castrista de la Historia, esa que únicamente ve en nuestro pasado la preparación de condiciones para el arribo de Fidel Castro al poder en 1959. No en balde el nuevo presidente de la FEU, Yosvani Montano Garrido, es estudiante de Marxismo-leninismo e Historia.
Y a pesar de que las intervenciones de los delegados tampoco se apartaron de la tónica general del cónclave, algún que otro estudiante sacó a relucir determinado asunto de interés. Por ejemplo, el presidente de la FEU en la Universidad de La Habana pidió que los acuerdos de esta reunión no quedaran engavetados, pues eso ocurrió con algunos de los tomados en el anterior VII Congreso, razón por la cual se repitieron muchos planteamientos. De igual forma resaltó la intervención de un delegado de Santiago de Cuba, quien contó acerca de los problemas que afrontan algunos egresados de esa universidad para hallar una ocupación afín a su perfil profesional. Dijo que 50 psicólogos recién graduados estaban siendo utilizados en la vacunación del ganado.
Los temas centrales de este Congreso se habían discutido previamente en las 6038 brigadas estudiantiles existentes en los centros universitarios del país. Sin embargo, hubo consenso en el hecho de que los estudiantes no aprovechan la instancia de la brigada para expresar abiertamente sus inquietudes. Prefieren hablar en los pasillos, o comentar en privado los asuntos más candentes de su entorno. Lo anterior es un reflejo del poco prestigio de la FEU, y también de la simulación o doble moral que deben mantener con tal de conservar las matrículas.
Una vieja aspiración del estudiantado, la referida a la libre asistencia a clases— o sea, no estar obligado a un porcentaje mínimo de asistencia para tener derecho a exámenes—, parece no haber sido considerada por la presidencia del Congreso. Desde los tiempos de Fernando Vecino Alegret al frente del Ministerio de Educación Superior, las autoridades se han opuesto a ese planteamiento, ya que ello redundaría en menos tiempo para adoctrinar a los estudiantes. Y, claro, lo que hizo Fidel Castro en su época de estudiante universitario: apenas asistir a clases, andar haciendo política, y relacionarse con pandilleros de la peor calaña, no es una posibilidad que le permitirán hoy a ningún estudiante.
Ah, por supuesto, no faltó una sesión completa del Congreso para hablar sobre los agentes cubanos presos en Estados Unidos. Para eso estuvieron René González y Ricardo Alarcón. Este último recalcó que los estudiantes debían dedicar gran parte de su tiempo a reclamar la liberación de esas personas. No importa que otros temas, incluso relacionados con las condiciones materiales de las universidades, queden en el tintero.