LA HABANA, Cuba, noviembre (173.203.82.38) – Del viernes 18 al domingo 20 de noviembre, el Teatro Lírico Nacional de Cuba ofreció en la Sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana la ópera La flauta mágica, del genial compositor Wolfgang Amadeus Mozart, quien la estrenó en el Theater and der Wien, en Viena, Austria, el 30 de septiembre de 1791, tras lo cual permaneció en escena durante 125 noches seguidas.
Esta ópera, de dos actos y diez cuadros, fue presentada por primera vez en la isla el 28 de febrero de 2009, en el Gran Teatro de La Habana. Como advierte el programa, la actual reposición del Lírico parte de la idea de una producción operática de un equipo europeo con cantantes cubanos, a fin de incentivar la creatividad de nuestro teatro musical conforme a lo contemporáneo, sin imitar la cultura operática europea en Cuba.
Como en febrero de 2009, la puesta en escena correspondió al alemán Andreas Baesler, con asistencia de la soprano Maite Milián, quien interpretó a María La O en septiembre; dirección orquestal del Maestro Giovanni Duarte y dirección general del Maestro Adolfo Casas. El montaje dramático fue de Mónica Alfonso, la dirección coral de Denisse Falcón Lay, los diseños escenográficos de Harald Thor, el diseño de vestuario de Tonja Hoffman y Alberto Matamoros, y las luces a cargo del también alemán Max Keller.
El argumento de La flauta mágica complejiza la tradicional lucha entre el bien (representado por Sarastro: Marcos Lima) y el mal (la Reina de la Noche: Haydee Herrera y Yilam Sartorio), y mezcla lo fantástico y lo simbólico. Predomina, por supuesto, el aire de poesía, misterio y santidad de la música de Mozart, que “combina la riqueza alemana de armonía y contrapunto, la gracia y la vivacidad francesa y la belleza italiana de la melodía”.
La difícil historia parabólica universal entretejida por Mozart en torno a la búsqueda del amor, el enfrentamiento entre la aparente bondad de la Reina de la Noche y Sarastro, líder de un templo que evoca las prácticas de la masonería, se inscribe en este montaje en el concepto del teatro popular de Brecht, simbolizado, entre otros elementos, por el simpático Papageno, hombre de pueblo que viste como un campesino cubano de pocas aspiraciones, pero es capaz de acompañar, como Sancho Panza, al quijotesco Tamino, tras las huellas de la enclaustrada Pamina.
Impresiona al público la adaptación de La flauta mágica al imaginario cubano, pues se apropia del contexto social y cultural del país, lo cual “actualiza” la obra desde el vestuario, el lenguaje y la escenografía; además de modernizarla con referencias y objetos sobre el turismo, el transporte, la política y problemas como la violencia y el terrorismo. No sólo sorprende el extrovertido Papageno, interpretado por Eleomar Cuello, Alfredo Más y Dayron Peralta; el romántico Tamino (Brian López y Rigoberto López), es el “yuma” asaltado por las damas de la Reina de la Noche, quien “simboliza” a la Estatua de la Libertad y viste con la bandera americana. Mientras las damas usan pistolas y ropaje de mafiosas, en tanto varios personajes representan al policía ridículo e inescrupuloso, a adolescentes con uniforme escolar, etc.
La fascinación es colmada por la excelencia interpretativa de las arias de la Reina de la Noche, de excepcional coloratura; Sarastro, Tamino, el Narrador (Jorge Temprano), algunos solos del citado Papageno y otros actores, cantantes y coristas del Teatro Lírico Nacional de Cuba.