LA HABANA, Cuba, julio (173.203.82.38) – Es tema recurrente entre profesores, padres y alumnos, los pésimos resultados que arrojaron los exámenes de Historia de Cuba en el nivel de enseñanza media, en el recién finalizado curso escolar. Hubo planteles en que más del cincuenta por ciento de los alumnos desaprobaron la prueba final de esa asignatura, y debieron ir a la revalorización o “el extraordinario”.
Es cierto que la escasa preparación de muchos de los maestros que imparten la materia, así como los puntos que pierden los estudiantes por errores ortográficos y deficiencias en la redacción, pueden haber influido en dichos resultados.
Sin embargo, prefiero centrar la atención en un elemento que no aflora en el análisis oficial pero que, sin dudas, está presente en esta debacle: la manera en se enseña la Historia.
En las clases que reciben nuestros alumnos, la interpretación histórica prevalece por sobre el hecho histórico. O sea, lo objetivo es apabullado por una subjetividad que cuenta el pasado de acuerdo con los intereses de un presente en extremo beligerante. En ese sentido hemos sido alumnos aventajados en la asimilación del Materialismo Histórico de Marx.
Para nuestros docentes, la historia de Cuba poseyó siempre un sentido definido: todo lo acontecido en la isla, desde la llegada de Cristóbal Colón hasta el último gobierno de Fulgencio Batista, no fue más que la creación de condiciones para que Fidel Castro tomara el poder en 1959. Es lo que los especialistas calificarían como una teleología histórica.
Además, los educandos cubanos arrastran auténticas lagunas históricas, como el verdadero significado del 20 de mayo de 1902, la labor civilista de la Cámara de Representantes en Guáimaro, los progresos políticos que conoció la colonia tras el Pacto del Zanjón, o todo el período republicano, entre otras.
Entonces es lógico suponer que, ante la constatación de un presente sombrío y carente de esperanzas, nuestros jóvenes rechacen la evocación de figuras y hechos que responsabilizan con el actual panorama nacional. Resultan muy ilustrativos los casos de jóvenes, recién llegados al exterior, que no quieren saber nada de Martí, al que culpan de ser el antecedente del actual Partido Comunista de Cuba, o el autor intelectual del asalto al cuartel Moncada.
Cualquiera diría que estamos en presencia de un ajuste de cuentas entre la Historia y las autoridades educativas de la isla.