LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – Lázaro Cazales no tiene trabajo. En marzo, la administración canceló su contrato en la terminal de ómnibus de Alberro, municipio San Miguel del Padrón, donde trabajaba como inspector de las guaguas P-2 en la cabecera del Vedado.
Según dice, el pretexto para cesantearlo fue que él recibía cinco pesos por dejar montar pasajeros en el ómnibus antes que aquellos que hacían la fila para viajar. Algo que niega rotundamente.
No obstante, alega que la causa verdadera de la cancelación del contrato de trabajo fue la antipatía que le tenía el jefe del paradero, Silvestre Alfonso, quien “se comporta como si fuera el dueño del lugar”. Sólo permanecen en sus puestos los amigos, los que lo obedecen y los militantes de las organizaciones políticas comunistas. A Silvestre no le fue difícil dejar fuera a Lázaro, ya que no pertenece a ninguna de ellas y, como no tiene quien lo ampare, fue expulsado sin derecho a reclamación.
Casos como este se repiten y pueden encontrarse en cualquier sector laboral. El que trabaja y no pertenece al sindicato, ni es militante de ninguna organización comunista o pro gubernamental, está siempre expuesto a perder el trabajo, especialmente si se gana la animadversión del jefe o administrador.
Los sindicatos responden al gobierno, lejos de defender los intereses de los trabajadores, son vehículos para subordinarlos a los dictados del régimen. Por tanto, los dirigentes sindicales no defienden los derechos de sus afiliados, y siempre dan la razón a los jefes. Si alguna vez ocurre lo contrario, los sindicalistas pueden terminar sin trabajo.
Lázaro espera resolver su problema cuando empiece a trabajar como cuentapropista, en caso de que consiga las herramientas para reparar motores y reúna el dinero necesario para pagar la licencia.