LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – Al parque Martí, de Guantánamo, lo distingue la versatilidad. El pueblo se reúne allí para, cerrar negocios, concertar otros, o conversar simplemente. De noche el parque se llena de guantanameros y visitantes. Los jóvenes dan vueltas en una dirección y otra.
En el ala sur se levanta una fuente con surtidores y una tarima junto a ella, donde los niños, en las mañanas, desarrollan diversas actividades. Las tardes las ocupa la banda municipal y por la noche imperan el hip hop y el reguetón.
Frente al parque está la iglesia, cuya campana se escucha cada hora.
Se entremezclan dentro del parque, enamorados, borrachos, locos y niños, con la peña deportiva Álvaro Campuzano, donde se discute fuerte de béisbol. En la esquina de Calixto García y Flor Crombet se alinean las motocicletas como en exhibición. La calle Emilio Giro, detrás de la iglesia, es ahora un bulevar, donde Ángel Iñigo, creador del zoológico de piedra, talló en una roca la figura del Patirri, trovador guantanamero.
Frente a la academia de ajedrez, hay una efigie de José Martí, sentado, leyendo un libro, sitio muy concurrido en el aniversario de su nacimiento, pero lo más llamativo del parque es la estatua del general mambí Pedro Agustín Pérez, Periquito, símbolo rebelde de la ciudad. La estatua se levanta sobre una pirámide de granito, erigida en 1942, con una tarja que señala los méritos del patriota, vestido con su uniforme de campaña, una mano sobre la empuñadura del machete, y la otra descansando en la culata de la pistola.
Todavía Guantánamo recuerda la paliza que le dio Cambrón a Yácan, junto a la estatua de Periquito. Cambrón llegó al parque buscando una pistola para ajustar una cuenta; y Yácan, que estaba loco por darse un trago y sin un centavo en el bolsillo, se brindó a encontrarle una a cambio de una botella de ron, pero había que esperar la noche para sacar el arma que estaba allí mismo, en el parque.
Mientras tanto, se pusieron a beber en el bar de la esquina, y lo convenció que comprara otra botella. Cuando Yacán estaba completamente borracho, llevó a Cambrón al pie de la estatua y le dijo al general Periquito, cuadrándose:
-Présteme su pistola, General, que Cambrón la necesita.