LA HABANA, Cuba, agosto, 173.203.82.38 -Ya transcurre la segunda telenovela consecutiva en la televisión cubana que destaca por dos características fundamentales: en primer lugar la mala factura dramática con muy pobre guión, agobiante desconexión de la realidad nacional y pésimas actuaciones de los mismos actores de siempre. En segundo lugar llama la atención la total ausencia de personajes de raza negra en las tramas.
Gracias a que la poderosa Mariela Castro, hija del presidente Raúl, es una interesada en el tema de la diversidad sexual desde la perspectiva del hegemonismo “revolucionario” de siempre, la figura del homosexual dejó de ser tabú y caricatura grotesca en la TV cubana para convertirse en profusa presencia, siempre como héroes o personajes positivos. Aún cuando nos queda mucho por aprender de los audiovisuales norteamericanos y brasileños en el diseño equilibrado de estos personajes y situaciones resulta encomiable que la figura gay deje de ser maltratada u omitida en las pantallas cubanas.
Lamentablemente no podemos decir lo mismo de la representación del afrodescendiente en estos importantes medios de comunicación y cultura. Durante décadas se ha levantado el clamor persistente por la adecuada representación en la TV y el cine cubano de este segmento de la sociedad con tanta importancia demográfica, histórica y cultural. Cabe destacar en primerísimo lugar la figura de la insigne actriz y pedagoga Elvira Cervera quien luchó durante más de sesenta años, casi siempre en solitario, por la adecuada representación y participación dramática de los negros cubanos.
Como una demostración fehaciente del carácter cultural de la mentalidad y los patrones racistas que definen a la sociedad cubana, el poder castrista no cambió en nada estos deficientes patrones de representación y por medio siglo ha sido un permanente reclamo en los ambientes intelectuales y culturales cubanos la necesidad de prestar atención y dar una perspectiva más realista a la presencia de todos los componentes de la sociedad cubana.
Al apreciar el balance racial exhibido por los británicos en todos los actos protocolares de los recién concluidos Juegos Olímpicos no podemos menos que admitir cuanto retraso padecemos en este aspecto, con el agravante que el gobierno cubano, patrón y regente de todos los espacios sociales y culturales se presenta como paladín de justicia e igualdad.
Llama poderosamente la atención en Cuba con que normalidad se repiten absurdos clichés como que los negros no televisan bien o que tienen una composición ósea reñida con el ballet clásico. Resulta impactante ver los obstáculos y sufrimientos enfrentados por muchos bailarines negros cubanos para llegar a ser reconocidos entre los mejores del mundo, mientras una aspirante que desaprobó hasta las pruebas de ballet que no realizó está cumpliendo dos décadas como directora de una reconocida compañía danzaría.
Hoy el Teatro Lírico Nacional es escenario de los mismos patrones racistas que denunció la gran cineasta Sara Gómez hace más de cuatro décadas en su documental “La otra Isla”.
Resulta increíble apreciar la casi nula representación de africanos y descendientes que da el premio nacional de cine Juan Padrón en la muy distorsionada representación que hace de la guerra de independencia en sus dibujos animados de Elpidio Valdés, o escuchar el acento de negro bozal del siglo XVIII que tiene el único personaje de piel oscura en el dibujo animado de tema contemporáneo que lleva por nombre “Fernanda”
Se torna ilustrativo el hecho que durante años el tema racial desde sus diferentes aristas sea tratado solamente por creadores afrodescendientes como los cineastas Sara Gómez, Sergio Giral y Jorge Luís Sánchez, la guionista televisiva Maite Vera o los caricaturistas Wilson o Cecilio Avilés.
Sin embargo donde estas omisiones o vicios de representación alcanzan su máxima expresión es en la TV cubana a la que no temo en calificar como la institución más racista del mundo. En la pequeña pantalla hemos visto magníficas entregas norteamericanas o brasileñas que tratan el tema de los africanos y sus descendientes a lo largo de la historia. Uno de los héroes televisivos de mi niñez fue Sumbí, recreación de Ganga Sumba, el gran líder de los cimarrones en las selvas brasileñas.
Todavía estamos esperando que la TV cubana nos entregue las historias de las grandes sublevaciones de esclavos que demuestran que no solo fuimos víctimas inermes del horror de la esclavitud. Todavía esperamos la historia de cubanos ilustres como José Antonio Aponte, los músicos Brindis de Salas, José White o Amadeo Roldan, de Juan Gualberto Gómez, tantos héroes de las guerras de independencia, del Partido Independiente de Color, así como de tantas glorias culturales del siglo XX.
Sin embargo la ausencia de los espacios dramáticos televisivos es la mejor noticia que podemos recibir los afrodescendientes cubanos puesto que así nos libramos de la imagen denigrante que nos está reservada en estos espacios. En los dramatizados cubanos, nunca el personaje o la familia protagonista son negros. A los personajes de piel oscura son reservados las peores actitudes y comportamientos: son los malos hijos, los malos padres, los que nunca quieren estudiar ni superarse socialmente, los desleales, los mentirosos, los alcohólicos o viciosos, los extremistas e intolerantes, los delatores, capaces de las más bajas acciones y crímenes, siempre víctimas inermes del maltrato o la ofensa e incapaces de enfrentar con dignidad o autoestima cualquier situación.
En la TV cubana la única religión caricaturizada y burlada es la de origen africano. Ya apareció en la pequeña pantalla la figura del homofóbico y la del corrupto ―aunque jamás en las alturas del poder― pero la rara vez que aparece la figura del racista es precisamente el personaje negro quien como tal se manifiesta. En el primer spot sobre el tema en muchos años, los racistas precisamente son los negros. Lo triste del caso es que los actores no se niegan a filmar tamaña ignominia a pesar de ser ellos mismos víctimas de la cruda realidad social.
En espacios de debate intelectual los mismos de siempre seguimos denunciando y criticando esta situación, sin embargo los dirigentes y realizadores no asisten a esos eventos y ni siquiera por pertinencia política cambian los esquemas, lo cual hace discernir que tal proyección resulta un diseño estructurado de inferiorización inducida. Todo parece indicar que quienes gobiernan están convencidos de que acosar y reprimir permanentemente a los negros y mestizos en las calles, omitir del sistema de educación el protagonismo y los aportes de los afrodescendientes a nuestra historia y cultura y dibujar en las pantallas una imagen muy poco edificante de tan importante sector de la sociedad contribuye a fortalecer sus mecanismos de dominación.
Los cubanos comprometidos con la igualdad verdadera seguiremos clamando por la verdad y la justicia ante la desidiosa sordera de los que gobiernan solo al ritmo de sus intereses, los dramatizados cubanos seguirán alejándose de la realidad y perdiendo rating de teleaudiencia y los negros cubanos continuaremos usufructuando la increíble suerte de ser invisibles.