MORÓN, Cuba, diciembre (173.203.82.38) – Este escrito no es sobre la vieja canción de Julio Iglesias, sino sobre la vida de los habitantes de Morón luego del más reciente discurso de Raúl Castro.
La población de Morón ha sido, mayoritariamente, disidente, aunque, como la mayoría de los cubanos, recurra a la doble moral como vía de supervivencia. Por ejemplo: no existe un moronense que tenga en su casa un equipo de video, que no prefiera ver los programas que el gobierno considera “subversivos”. Pero este no es el tema.
La vida sigue igual en Morón, y va a ser difícil que esto cambie. Los turistas extranjeros siguen tomando imágenes de los vertederos en pleno corazón de la ciudad, y de las edificaciones destruidas que nadie sabe cuándo se van a reparar, como el hotel Perla del Norte, construido en 1925. Los adolescentes y jóvenes buscavidas continúan “luchando” y “resolviendo” en las calles. Tampoco se dice nada de los revendedores de tabacos, al margen de la ley, amparados por la corrupción de los policías. Continúa la compra-venta de divisas en el mercado negro, fuera de la única tienda de cambio en la ciudad, de más de 60 mil habitantes.
La prostitución, incluyendo la de menores de ambos sexos, ha crecido en los últimos tiempos y florece, pese a los esfuerzos de algunas Iglesias, que instan a los padres a reflexionar sobre este grave problema que afecta a las familias.
El mercado negro, lejos de disminuir se fortalece, y los campesinos, por su cuenta y riesgo, siguen vendiendo sus productos directamente a la población; eliminando al Estado intermediario, que les compra los granos a 4 pesos la libra para venderlos a 15 al hambreado pueblo.
En fin, que la vida sigue igual en Morón, a pesar de las promesas y el anuncio de “los cambios”. El modelo cubano caducó hace tiempo, y por más esfuerzos que se hagan, no habrá modo de arreglar el entuerto con tímidos cambios cosméticos.
“Cambiamos, producimos o nos hundimos”, dijo Raúl Castro recientemente. Y un amigo me dijo:
-¿Nos hundimos? ¡Y yo que pensaba que hacía rato que estábamos hundidos!